Fe y Finanzas: Una Combinación Ganadora

Gary Wilkerson

Hay pocos temas más cargados de ansiedad que el dinero. Debido a que es una de las áreas más personales de la vida, incluso hablar de ella es un tabú social. Si nos han enseñado malas habilidades financieras, nos avergonzamos y nos cuesta mucho buscar ayuda.

Los cristianos a menudo tienen un estrés adicional por el dinero. A algunos se les ha enseñado que tener riquezas es pecaminoso. Todos conocemos la parábola del rico tacaño que no quiso ayudar a Lázaro. Aquí hay otro versículo con el que la mayoría de los cristianos están familiarizados: “Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Marcos 10:25). Por el contrario, hay quienes predican que la prosperidad es evidencia manifiesta del favor de Dios en nuestras vidas.

Afortunadamente, el equilibrio y el enfoque se encuentran en las Escrituras. “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón”, se nos advierte, “porque de él mana la vida (Proverbios 4:23). Dios está mucho más interesado en nuestra actitud hacia el dinero que en el dinero mismo.

La diligencia en conocer nuestros apetitos y alinearlos con los valores de Dios determina la dirección financiera que tomarán nuestras vidas. En el proceso, debemos ser conscientes de nuestras vulnerabilidades. Jeremías 17:9 dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? El corazón y la mente son astutos y pueden convencernos de que una mala elección es en realidad una gran elección. La ansiedad aparece cuando nos damos cuenta de que nos hemos desviado de los sólidos principios bíblicos.

Mantenerse enfocado requiere un enfoque doble. El número uno es práctico: ¿Estoy gastando más de lo que tengo? La guía es vivir principalmente, modestamente y por debajo de nuestras posibilidades. No compres cosas que no puedes pagar ni te endeudes. Decídete diariamente a tomar buenas decisiones y buscar buenos consejos. Cuando sientas ese empujón de advertencia del Espíritu, escúchalo. Dios puede estar alejándote de los problemas.

En segundo lugar, decide vivir contento. No codicies lo que otros tienen. Resiste permitir que las redes sociales y los sitios de compras satisfagan tu hambre de más cosas. Rodéate de personas afines. Evalúa tus hábitos de gasto y examina tus motivos. Pregúntate: “¿Estoy agradando a Dios? ¿Estoy viviendo una vida de equilibrio y deliberación?”

La buena administración del dinero requiere toda nuestra atención. Las recompensas son paz mental, confianza, sabiduría y una vida fructífera que agrada a Dios.