Fuerza y Liberación
La esclavitud al pecado es tu batalla con la carne. Bajo el Nuevo Pacto, Dios permitirá que haya situaciones que te muestren cuán totalmente dependiente eres de Él para liberarte por medio de la fe.
Dios nunca te meterá en la tentación, pero sí te permitirá llegar al límite de tus fuerzas. Si tienes un pecado que te acosa, Satanás vendrá contra ti continuamente con sus mentiras: “¡Eres demasiado débil! Nunca lo lograrás”.
Escuchas el ruido de las cadenas mientras Satanás intenta atarte a tu hábito una vez más, y te preguntas: “Señor, ¿cómo podré salir de esto? He caído tan bajo”. ¿Qué puedes hacer? Sabes que no puedes escapar del enemigo y que no eres rival para él en una pelea, así que te encoges ante él, temblando de miedo.
Tal vez digas: “Volveré a mis viejas costumbres. Al menos me libraré de toda esta guerra espiritual. ¡Es demasiado para mí!”. Sin embargo, sabes que no puedes volver a tu antiguo amo. Si te vuelves atrás ahora y abandonas a Cristo, te costará la vida.
Muchos cristianos quedan atrapados en el ciclo infernal de pecar y confesar, pecar y confesar. Corren hacia sus amigos, consejeros y cualquiera que los escuche mientras lloran y oran. Estos creyentes harán todo lo posible, excepto quedarse quietos y confiar en que el Señor los liberará.
El Antiguo Testamento nos da ejemplo tras ejemplo de cómo no tenemos poder en nuestra carne para pelear batallas espirituales. Nuestro viejo hombre es completamente débil e impotente, pero tenemos un nuevo hombre dentro de nosotros. Este nuevo hombre entiende que no hay salida humana y que Dios tiene que hacer toda la pelea. Resistimos al diablo no con nuestra fuerza sino con el poder del Espíritu Santo, que se revela en nosotros solo por fe.
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).