¡Obtén el poder de Dios y anda!
Tan pronto como los discípulos oyeron acerca de recibir un bautismo de poder, preguntaron: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo”? (ver Hechos 1). Jesús respondió en términos inequívocos: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hechos 1:7).
Deténte y piensa en lo que implicaba su pregunta. “Señor, ¿quieres decir que comenzando en esa habitación, solo con nosotros, restaurarás el reino de Israel? ¿Derribaremos a Herodes y Roma? ¿Somos nosotros los que limpiaremos la tierra, estableceremos el reino y te traeremos de vuelta?”
Sabemos que Jesús tuvo que lidiar con cierta sed de liderazgo y autoridad entre sus discípulos, pero percibo algo en su pregunta aquí más allá de la sed de posición y poder. Habla de una necesidad humana de involucrarse en un destino grande y final. ¡Era una necesidad de ser especiales, de ser las personas correctas en el momento correcto!
En sus corazones, los discípulos pueden haber estado diciendo: “Señor, ¿dónde estamos en tu agenda profética? Sería un gran aliciente espiritual saber que estamos ministrando en un día de destino, que se acerca un nuevo amanecer, y nos estás utilizando para juntar todas las piezas”.
Ahora bien, todos nosotros, en algún grado, tenemos esta misma necesidad de ser personas de destino. Sin embargo, la respuesta de Jesús fue contundente: “No os toca a vosotros saber los tiempos”. Jesús no está buscando hombres o mujeres de destino. Él sólo quiere testigos para sí mismo. Él está diciendo: “El asunto no es la ‘hora profética’ o algún gran momento en el tiempo que se te ha asignado. Necesito personas que compartan las buenas nuevas del evangelio a esta generación actual”.
Esto me de convicción profunda. También quiero saber dónde estamos en este mismo minuto en el reloj profético de Dios. ¿Estamos a punto de entrar en la gran tribulación? ¿Está Dios reuniendo al último remanente de creyentes? “Eso no es asunto tuyo”, dice Jesús. “No te corresponde a ti saberlo. Sean llenos del Espíritu, luego vayan”.
Debemos vivir en un estado de vigilia y expectación. ¡Debemos esperar su aparición y advertir de sus juicios, pero ante todo debemos ser sus testigos!