Un Vistazo al Dolor de Dios
“Entonces Jehová dijo a Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido… se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado… he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma” (Éxodo 32:7-10).
“Entonces Moisés oró en presencia de Jehová su Dios, y dijo: Oh Jehová, ¿por qué se encenderá tu furor contra tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte?… Vuélvete del ardor de tu ira, y arrepiéntete de este mal contra tu pueblo… Entonces Jehová se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo” (Éxodo 32:11-14).
Al leer este pasaje, muchos cristianos atribuyen erróneamente más gracia y misericordia a Moisés que a Dios. Piensan: “Moisés está suplicando gran misericordia para Israel, mientras Dios está listo para destruirlos”. Nada más lejos de la verdad. La única razón por la que Moisés pudo orar como lo hizo fue porque conocía el corazón misericordioso de Dios.
La justicia de Dios exigía que el pueblo fuera consumido, pero Moisés sabía que a Dios le dolería demasiado destruir a sus hijos, por lo que elevó esta súplica a Dios: “Sé que tu justicia clama y este pueblo de dura cerviz debe ser exterminado, pero sé que no podrías soportar el dolor si hicieras eso. Conozco tu corazón, Dios, y sé que tú no puedes destruir a Israel porque la amas”.
La Biblia dice que Dios “se arrepintió”, lo que significa que cambió de opinión acerca de cómo juzgaría a Israel. Él no iba a destruirlos; en cambio, el pueblo se consumiría en el desierto. Aunque el pueblo continuaría afligiendo su corazón durante treinta y ocho años más con su incredulidad, el Señor aún los protegería, los guiaría, los alimentaría y los vestiría hasta el día de su muerte.
Este conocimiento del corazón de Dios debería movernos, como lo hizo con Moisés, a adorar y servir al Señor aún más apasionadamente.