La Gran y Poderosa Paz de Dios
A nadie le gusta recibir malas noticias. Podrías seguir adelante con tus actividades diarias y luego, en un instante, todo en tu vida podría cambiar. Podría ocurrir una llamada telefónica, un informe, un accidente automovilístico, una carta de despido o cualquier otra cosa que sacuda tu mundo. Ni siquiera tendría que ser un acontecimiento calamitoso para cambiar tu vida en un momento.
¿Has experimentado eso? Estabas avanzando en la vida, cuando tu marido llegó a casa del trabajo y dijo que quería el divorcio, y tu mundo se vino abajo. O te levantaste como siempre para prepararte para ir a trabajar, pero una vez allí, descubriste que ya no tenías trabajo. O el médico le dijo que tenía cáncer y todo en lo que habías confiado que te brindaría seguridad se derrumbó a tu alrededor.
¿Podemos tener paz en nuestros corazones cuando nuestro mundo está al revés?
Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). El tipo de paz que ofrece el mundo es condicional. El tipo de paz que Jesús promete se basa en el fundamento de Dios mismo, inmutable, amoroso, misericordioso y fiel. La paz de Dios no depende de nuestras circunstancias; de hecho, prospera en medio de nuestras pruebas y valles oscuros.
La paz que Jesús nos da a ti y a mí proviene del corazón mismo de Dios. Él cumple sus promesas y nos asegura que somos suyos y ninguna persona, demonio, temor o enemigo podrá arrebatarnos de las manos de Dios.
La paz de Dios en tu vida te hace sentir que no estás caminando solo. Dios está caminando contigo. Su paz te dice que no tienes que sostenerte por ti mismo; Dios te está sosteniendo. No tienes que atravesar la tormenta porque la voz de Cristo está calmando la tormenta y abriendo camino a través de aguas intransitables.
Cuando nuestras vidas cambian, podemos presenciar el poder de Dios como nunca antes lo habíamos visto, si tan solo volviéramos nuestros ojos hacia él.