El Propósito de Dios en una Torcedura

Gary Wilkerson

Muchos cristianos experimentan un giro en sus vidas que nunca vieron venir. Sus vidas estaban siguiendo un rumbo bendecido. La vida misma parecía una línea recta hacia adelante con una perspectiva prometedora y todo lo bueno por delante. De repente, su suerte en la vida dio un giro torcido.

Hace siglos, un líder de la iglesia llamado Thomas Boston describió esto en su libro, “The Crook in the Lot” (La torcedura en nuestra suerte). La “torcedura” que describe es el serio alejamiento de la “suerte” recta de la vida. El libro aborda un tema serio, planteando la pregunta: “¿Qué puede enderezar la torcedura en nuestra suerte?”

Reflexioné profundamente sobre esta pregunta después de conocer a personas que habían sufrido un grave revés en su vida. Me pregunté quién podría enderezar la suerte de una madre cuyo marido había muerto y ahora tenía que criar sola a cinco hijos. ¿Quién podría enderezar la suerte de una niña atada a una silla de ruedas desde su nacimiento porque había heredado un gen específico de uno de sus padres?

Tú puedes objetar esta pregunta diciendo: “Dios nunca pondría una torcedura permanente en el camino recto de sus hijos. Eso tiene que ser obra de Satanás”. No, Jesús dice que tales torceduras son parte de la vida: “En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33).

Las Escrituras dejan en claro que lo más importante de nuestra vida no es lo que se tuerce. Lo mejor que podemos tener es una relación íntima, personal y amorosa con Jesús como parte de su cuerpo. Nada tiene prioridad sobre esta relación, porque abarca todo lo que somos.

La pregunta para cada uno de nosotros, incluyendo todos los que han experimentado una torcedura, es “¿Cómo afecta esto mi relación con Jesús?” Para el seguidor de Cristo, la pregunta es “¿Deseo todo lo que me lleva por el camino de amarlo, adorarlo, servirlo y honrarlo, incluso si es difícil y doloroso?

Si tenemos una torcedura, Jesús nos pide que la cambiemos por él. “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Nuestra torcedura puede afectar cada aspecto de nuestra vida, cada hora de nuestros días, pero no es el fin de nuestra vida. Nuestro principio y nuestro fin están en él.