Hay un Tiempo
¡Hay un momento muy especial en la vida de los creyentes! Me refiero a cuándo es el momento de levantarse y actuar. Aquí es cuando es correcto decir: “Creo que Dios me está llamando a ser una respuesta a un problema y ayudar a rescatar a las personas heridas”.
Cuando oyes acerca de una iglesia que va al campo misionero, hay un momento para decir: “Dios los bendiga”. Hay un momento para dedicarse a la fe en oración, y luego hay un momento para que te levantes y te vayas. ¡Es hora de levantarse y actuar!
En Génesis 14:14-16, Abraham hizo precisamente eso cuando oyó que su sobrino Lot había sido llevado cautivo. Se levantó, armó a sus trescientos dieciocho hombres y se los llevó consigo. Decenas de miles lo superaban en número, pero Dios le dio un plan. Abraham dijo: “Nos dividiremos en dos tropas y entraremos de noche”.
¿Ves lo que estaba haciendo? Estaba obteniendo la mente de Cristo para el plan de batalla.
Algunos de nosotros somos como Lot cuando nos fastidiamos o enojamos, aunque sabemos que sus acciones lo metieron en problemas. Decimos: “Me levantaré, pero actuaré con mis propias fuerzas”, en lugar de oír al Señor. No estoy hablando de un levantamiento carnal y de hacer algo porque eres neoyorquino o por tus creencias políticas. Estoy hablando de hacer algo porque eres un seguidor de Jesucristo.
Si te mueves en el Espíritu y andas en el Espíritu, oirás al Espíritu hablarte. De ahí surge una vida activa, atractiva y vibrante en la que te conviertes en testigo y servidor. Te involucras en un ministerio que marca una diferencia en la vida de las personas. Dondequiera que estés involucrado (si tus hijos adolescentes están en problemas o tu esposo/esposa está lejos de Dios), tú estás comprometido a hablar a sus vidas. Estás modelando algo que es diferente de lo que el mundo tiene para ofrecer.
Las esposas ganan a sus maridos para el Señor mediante su humildad, amor y servicio. Los hombres ven a sus familias venir a Jesucristo cuando comienzan a servir y amar realmente y a poner a los demás por encima de ellos mismos. El tipo de fe al que el Espíritu Santo nos llama dice: “Dios, yo te necesito y tú quieres que yo me involucre”.