Haz Conmigo Como te Plazca
Martín Lutero, en el punto álgido de todas sus pruebas, testificó: “Señor, ahora que me has perdonado todo, haz conmigo como te plazca”. Lutero estaba convencido de que un Dios que pudiera borrar todos sus pecados y salvar su alma ciertamente podría cuidar de su cuerpo físico y sus necesidades materiales.
En esencia, Lutero estaba diciendo: “¿Por qué debo temer lo que el hombre pueda hacerme? Yo sirvo a un Dios que puede limpiarme de mi pecado y traer paz a mi alma. No importa si todo a mi alrededor se derrumba. Si Dios puede salvarme y guardar mi alma por la eternidad, ¿por qué no podría cuidar de mi cuerpo físico mientras estoy en esta tierra?”.
¡Qué actitud liberadora! Lutero sabía que el secreto del contentamiento es estar totalmente de acuerdo con Dios. Nuestra vida aquí en la tierra es corta, y somos tan impotentes como las cañas que sopla el viento. Conocer nuestras limitaciones y el poder ilimitado de Dios es descansar sabiendo que estamos en buenas manos.
Puedes mirar a tu alrededor en nuestro mundo y sentir que todo está fuera de control. “Estoy tan preocupado y asustado”, puedes decir. “El malestar y la impiedad es peor que nunca. Temo el futuro. Por la forma en que va este mundo, todos estamos condenados”.
Nada más lejos de la verdad. Todas las cosas están en las manos de Dios todopoderoso. Las Escrituras nos consuelan con estas verdades: “En su mano está el alma de todo viviente, y el hálito de todo el género humano” (Job 12:10), y “Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves? ¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo? Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?” (Lucas 12:24-26).
No se nos promete una vida fácil en ninguna etapa, pero se nos promete algo mucho mejor. Nuestra verdadera realidad es la vida eterna en la presencia de nuestro bendito Señor.