Hijos de Dios

David Wilkerson (1931-2011)

A veces me pregunto cómo pudo Dios habernos mirado y amado. Somos tan difíciles de amar, tan malos a veces, tan indignos. En su misericordia, Dios todavía nos dice a cada uno de nosotros: “Te quiero, te elijo porque quiero ser un Padre para ti”.

Dios no esperó hasta que yo fuera lo suficientemente bueno para ser su hijo o hasta que tuviera claras todas mis doctrinas. No, Él dijo: “Incluso cuando estabas perdido en el pecado, yo vine a ti para reconciliarte. Te amé cuando te revolcabas en la inmundicia. Te llamé, te elegí y te adopté sin ninguna otra razón más que el hecho de que te amo”.

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1). “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10). Él me eligió, no porque yo lo amara primero, sino porque él me amó primero. Me adoptó como su hijo sólo porque me amaba.

Esto me lleva a una maravillosa conclusión. No tengo que entenderlo todo ni las doctrinas profundas de la justificación, la santificación, la mortificación o la glorificación. Todo lo que tengo que saber es que Él me eligió para ser su hijo, lo que significa que soy amado por Dios Padre.

No importa lo que Satanás intente lanzarme. Nada puede apartarme del maravilloso conocimiento de que soy amado y que puedo descansar en ese amor. Él me eligió. Él me ama, me llevará y nunca me abandonará. Él nunca soltará mi mano porque Él es mi Abba Padre.

Amados, yo soy un padre terrenal y no hay razón alguna en el cielo o en la tierra por la que yo abandonaría o dejaría a uno de mis hijos. ¿Cuánto más estará vuestro Padre celestial con vosotros a través de todo lo que sufráis en esta vida?