Su Poder para Liberar
Cuando el ejército asirio rodeó Jerusalén, el rey Ezequías decidió no apoyarse en brazo de carne sino depender de Dios.
El rey se humilló y buscó a Dios en oración. “Aconteció, pues, que cuando el rey Ezequías oyó esto, rasgó sus vestidos, y cubierto de cilicio vino a la casa de Jehová” (Isaías 37:1). Ezequías confesó: “Señor, yo sé que no tengo nada de mí mismo para darte excepto mi fe. No puedo hacer nada con mis propias fuerzas para luchar contra Senaquerib. Estamos rodeados por nuestros enemigos. Por favor, ¡danos tu dirección!”.
Ezequías sabía que Isaías tendría la palabra de dirección de Dios, así que esta vez envió a su gente al profeta. Estos hombres le dijeron a Isaías: “Día de angustia, de reprensión y de blasfemia es este día; porque los hijos han llegado hasta el punto de nacer, y la que da a luz no tiene fuerzas” (Isaías 37:3). En otras palabras, estaban diciendo: “Esta vez, queremos hacer todo a la manera de Dios, pero no nos quedan fuerzas. ¿Qué debemos hacer?”
Isaías les respondió: “Diréis así a vuestro señor: Así ha dicho Jehová: No temas por las palabras que has oído… y haré que en su tierra perezca a espada” (Isaías 37:6-7).
Dios estaba diciendo: “Cualquier enemigo tuyo es enemigo mío porque me has entregado la batalla. Yo me encargaré de ese enemigo, ya sea humano o demoníaco”.
“No entrará en esta ciudad, ni arrojará saeta en ella; no vendrá delante de ella con escudo, ni levantará contra ella baluarte” (Isaías 37:33). Aunque otros puedan estar cayendo a tu alrededor, eso no significa nada. Cuando caminas en pacto con Dios, él promete dar batalla contra todo enemigo que te asalte.
¡Qué maravillosa imagen nos ha dado Dios de su poder para librarnos de nuestros enemigos! El enemigo puede lanzarnos flechas de fuego, pero no nos alcanzarán. Satanás puede atacarnos ruidosamente con un enorme ejército de lujurias y tentaciones, pero al final, se dará vuelta y se irá. Dios ha declarado: “Defenderé a cada hijo mío que crea en mí lo suficiente como para deponer su propia espada”.