Honrando a las Autoridades Correctas
Aquí hay una descripción que Pedro estaba dando de las personas que vuelan hacia el juicio. “Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores” (2 Pedro 2:9-10).
Esta pasión contaminante de la que habló es el deseo carnal de nuestro yo natural que está en oposición al Espíritu Santo y la Palabra de Dios.
Estas son las personas que dicen: “Si me siento bien, lo hago. Me acuesto con quien quiero. Cambio de pareja cuando quiero. Hago daño a mi cuerpo si quiero. ¡Oye, es mi cuerpo! No me digas que las drogas son malas para mí. No es asunto tuyo. No juzgues. Odio a los que odian”. Debajo de todo, estas personas dicen: “No voy a dejar de hacer lo que quiero. Fin de la historia, pero no quiero decirlo así porque suena mal”.
Dios dijo que el juicio viene sobre esta gente. Responderán por sus mentiras, su odio en su vida mental y sus prejuicios raciales. Sin embargo, es interesante que Pedro señale algo más sobre estas personas. Desprecian toda autoridad, ya sea la autoridad de la Biblia, sus propios padres, los agentes de policía, el gobierno, las restricciones sexuales, lo que sea. No quieren autoridad sobre ellos porque quieren ser su propia autoridad. ¡A cada uno se le debería permitir hacer lo que quiera! Excepto que eso sería una verdadera pesadilla.
Cuando oramos: “Oh Dios, ayúdame a seguir los deseos del Espíritu Santo dentro de mí”, eso va en contra de las pasiones contaminantes. Nos pone bajo la autoridad de Dios y su Palabra. Él nos creó y, al final, debemos verlo y presentarnos ante él. Entonces, ¿por qué no simplemente escucharlo? Decir no, nos hace como niños y nos costará una eternidad.
Así que tomemos hoy el camino de la humildad. No sigamos los deseos de nuestra carne; es un fracaso. Por la gracia de Dios, sometámonos a la autoridad adecuada, especialmente a Dios y su Palabra. Eso honrará a Dios y nos dará gozo y paz.