Justicia Perfecta
Dios acepta sólo un tipo de justicia: la justicia perfecta. Nada más permanecerá en su presencia el Día del Juicio. A menos que nuestra justicia sea absolutamente perfecta, él no puede salvarnos, justificarnos, reconocernos ni aceptarnos. Esta justicia perfecta de Jesucristo nuestro Señor sólo se puede obtener por fe.
El escritor de Hebreos nos presenta la verdad de que esta justicia es la herencia de todos los verdaderos creyentes. Es algo que Jesús nos ha dejado, algo que nos pertenece, un legado. “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (Hebreos 11:7).
Noé se convirtió en heredero no por construir un arca sino por lo que creyó y predicó. Él captó este conocimiento de justicia que Dios le había revelado, una justicia que es por la fe; y llegó a ser heredero de una justicia perfecta.
Amados, a ti y a mí nos fue dada una gran herencia cuando Cristo partió de la tierra. Él nos dejó un título y una herencia de su propia y perfecta justicia. Por supuesto, Jesús vivió en absoluta pobreza mientras estuvo en esta tierra; él no poseía tierras ni tenía dinero; pero nos dejó riquezas mayores que las minas de diamantes de Sudáfrica, mayores que los campos petroleros del Medio Oriente, mayores que el oro y la plata enterrados bajo las montañas de Estados Unidos. Jesús nos dio una herencia que puede hacernos mucho más ricos que cualquier persona sobre la faz de la tierra. Es una herencia de una justicia perfecta que nos permite presentarnos delante de Dios sin condenación.
Una vez que comprendas esta herencia, podrás enfrentarte a todos los demonios del infierno. ¡Satanás no podrá acusarte delante del Padre, de tus hermanos ni de tu propia conciencia, porque tú eres heredero de la perfecta justicia de Jesucristo!