La Búsqueda de la Justicia

Gary Wilkerson

¿Has buscado justicia sin éxito? ¿Has dicho: “Esa es la última vez que cometeré este pecado”, sólo para cometerlo al día siguiente? ¿Has orado: “Señor, cueste lo que cueste, voy a despertar celo en mi corazón”, sólo para calmarte y caer en tus viejos hábitos?

Quizás en algún momento te hayas preguntado: “¿Por qué Dios no me ayudó? Tengo tanta pasión por ser justo, pero fracaso una y otra vez”. ¿Dónde está Dios cuando se trata de nuestra santificación? ¿Dónde está su ayuda cuando se trata de llevar una vida santa?

“Tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia” (Romanos 10:2). Pablo estaba diciendo que Israel estaba equivocada en su visión de la justicia de Dios. Pensaban que sólo necesitaban saber qué hacer, pero Pablo dice que alcanzar la justicia se trata de a quién conocemos.

Al igual que Israel, nosotros tenemos acceso a la justicia omnipresente de Dios por la fe en Cristo. Sin embargo, podemos rechazar ese acceso tan fácilmente como lo hicieron ellos al confiar en su desempeño en lugar de la fe en la obra de Jesús en nosotros.

Dios no bendecirá un esfuerzo por establecer la propia justicia. Él bendice sólo la obra de su Hijo, Jesús. Somos santificados y nuestro caminar santo se sostiene únicamente por la fe en Cristo, quien derramó sangre por nosotros.

Pablo dice que Israel se negó a "someterse a la justicia de Dios". ¿Con qué frecuencia nos decimos a nosotros mismos: “Puedo vivir con rectitud”, pero luego no confiamos en la provisión de justicia de Jesús? Aquí hay cuatro indicaciones de que somos celosos de nuestra propia justicia en lugar de la de Dios:

  • Nos enojamos cuando fallamos. Pensamos: "Espero algo mejor de mí mismo".
  • Nos sentimos orgullosos cuando tenemos éxito. Nos decimos a nosotros mismos: "Soy más espiritual que antes".
  • Juzgamos los fracasos de los demás. Pensamos: "Gracias a Dios que no soy como ellos".
  • Nos ponemos celosos del éxito de los demás. Pensamos: "¿Por qué mi búsqueda de la justicia no funciona como la de ellos?"

Cuando fracasamos, intensificamos nuestros esfuerzos. El problema es que, en primer lugar, no establecimos nuestra justicia; Dios lo hizo. Ser restaurado a la buena posición ante él no sucede por nada de lo que hagamos. Sucede por la fe en él. Esto requiere un corazón arrepentido y quebrantado. Un humilde reconocimiento de que solo su poder nos restaura a la posición correcta.

 
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