La Cosecha del Espíritu
“Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gálatas 3:5).
Pablo dice que Dios nos da el Espíritu Santo, y no lo hace según nuestras obras, sino según nuestra fe en él.
Jesús es la única persona que ha tenido el Espíritu Santo sin medida. Sin embargo, a lo largo de la historia, muchos hombres y mujeres han recibido una gran medida del Espíritu. Estos creyentes siempre han sabido que no tienen que esforzarse en llorar por un mundo perdido y quebrantado, porque el Espíritu Santo llora en ellos.
Nuestra parte es orar. “Espíritu Santo, tú conoces a todos los que están bajo convicción en mi círculo de influencia, porque tú eres quien los convence. Tú ves cada lágrima que cae en el silencio de la noche y conoces a todos los que están desesperados y claman por ayuda. Yo soy tu instrumento. Lléname con tu carga y llévame hacia aquellos que has preparado”.
Dios quiere darnos poder por una razón: para que salgamos a las calles, llenos de su palabra y guiados por su Espíritu. Él quiere que seamos capaces de hablar una palabra penetrante y convincente que tenga el fuego inconfundible del Espíritu.
¿Hay algo que se agita en tu alma por los perdidos? ¿Sientes una carga por aquellos que están en tu círculo de influencia o te concentras sin fin en tus propias necesidades? Si no conoces el corazón de Cristo y no tienes su carga, nunca podrás esperar ser usado por Él.
Para muchos cristianos, la obra de la eternidad puede no estar en una tierra lejana, sino que se centrará en la familia, los amigos y los compañeros de trabajo. Sin embargo, los requisitos son los mismos. Para alcanzar a los perdidos, debemos pedirle al Señor que actúe sobre ellos con convicción y que prepare nuestros corazones con una palabra oportuna.
Ayuna, ora y luego pídele al Espíritu Santo que te guíe hacia aquellos a quienes Él ha convencido y preparado para escuchar su palabra. ¡Luego confía en su guía y poder para hacer lo milagroso!
