La Experiencia versus La Escritura
Hace más de 150 años, el misionero George Bowen dijo: “Todas las experiencias humanas de los cristianos deben ser puestas a prueba por las Escrituras”.
Esta es una declaración poderosa y nos da una pausa para detenernos y hacernos algunas preguntas. ¿Pasan nuestros miedos cada vez más profundos la prueba de las Escrituras? ¿Pasa nuestra fe vacilante la prueba de las Escrituras? ¿Existe alguna forma de dudar que resista la misma prueba?
Cuando las circunstancias se vuelven abrumadoras y las dudas entran en nuestro corazón, tendemos a justificarlas debido a experiencias difíciles. Todos experimentamos dolores, aflicciones de todo tipo y pruebas que amenazan con aplastarnos. Cuando eso sucede, nuestras almas son desafiadas. ¿Cómo reaccionamos a todo esto? ¿Soportará nuestra reacción la prueba de las Escrituras?
¿Qué estás enfrentando en tu vida hoy? ¿Problemas financieros, desempleo, problemas de salud o ataques de ansiedad? ¿Cómo lo estás tratando? ¿Tu reacción actual está a la altura de las Escrituras? Por ejemplo, Santiago 1:6 dice: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”.
¿Pasas por alto esta escritura y sigues vacilando debido a experiencias terribles? Creo que todos lo hacemos, pero este versículo no tiene la intención de condenarnos. Está destinado a animarnos a anclarnos en el Espíritu Santo cuando nos sentimos abrumados. Dios nos creó para buscarlo en busca de ayuda y fortaleza, para clamar a él, para confiar en él y para absorber su Palabra en nuestros corazones.
He vacilado muchas veces cuando mi experiencia parecía desesperada, pero cada vez más le pido al Espíritu Santo que conforme mi experiencia a la prueba de las Escrituras. Debido a que nuestros pensamientos, emociones e incluso nuestras circunstancias físicas a menudo no son confiables, es la Palabra de Dios la que triunfa sobre toda experiencia.
Dios nos ayude a todos a poner a prueba nuestros sentimientos por la Palabra de Dios. Pregúntate: “¿Esta reacción es bíblica? ¿Mis emociones están a la altura de la Palabra?” Si no, ora por la fuerza para dejarlo ir y deja que Dios dirija tu embarcación a través de la tormenta. ¡Mantén la fe!