La Iglesia de Sion
La fuerza impulsora detrás de la iglesia de David fue la dependencia total del Espíritu Santo. “Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David” (1 Samuel 16:13).
Cuando David estaba en su lecho de muerte, le dijo a su hijo Salomón: “Quiero decirte por qué Dios me ha bendecido. Quiero que sepas el secreto de mi ministerio”. Escuche las últimas palabras de David a su hijo. “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2 Samuel 23:2). David estaba diciendo: “No confié en mi conocimiento y sabiduría. No confié en ninguna parte de mi carne. ¡Era un hombre débil, pero dependía del Espíritu Santo! Cada palabra que pronuncié fue bajo su unción. Sus palabras llenaron mi boca”.
Cuando abrimos las puertas del ministerio en Teen Challenge (Desafío Juvenil) aquí en la ciudad de Nueva York, nuestro lema era “El Espíritu Santo está a cargo aquí”. No fue la predicación de “cómo afrontarlo” lo que salvó a los miembros de las pandillas. No cayeron postrados porque predicamos sermones concisos y concretos. No se sintieron convicción de pecado por ilustraciones mordaces ni historias de la naturaleza. No, estos exdrogadictos testificaron a sus amigos: “Una vez estuve en la calle como ustedes, ¡pero mírenme ahora! El Espíritu de Dios me cambió”.
Salomón habló de árboles, de hisopo, de bestias, de peces y de reptiles; pero David habló de intimidad con el Señor, de quebrantamiento y contrición. David tuvo convicción de pecado y fue cambiado por su propia predicación. El valoraba tanto la presencia del Espíritu Santo en su vida que le pidió al Señor que nunca le quitara su Espíritu. David sabía que no era nada sin el Espíritu Santo.
El apóstol Pablo estuvo de acuerdo cuando dijo: “Ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Corintios 2:4-5). “También hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu… Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:13-14).