La Iglesia del Espíritu Santo
Nunca debes ir a la iglesia sin orar: “Dios, dame el oído del Espíritu Santo para oír. Ayúdame a oír, comprender y aplicar tu Palabra en mi vida”. Así como el Espíritu Santo unge la lengua de un pastor para hablar, también tiene que ungir nuestros oídos para oír. En una iglesia del Espíritu Santo, siempre oirás un clamor de arrepentimiento desgarrador. De hecho, tú no puedes ser una persona del Espíritu Santo hasta que tú mismo “clames desde tus entrañas”.
La iglesia del rey David no era perfecta; de hecho, era un tipo de iglesia de Corintios. David cometió adulterio; mató a un hombre inocente; caminó durante una temporada en un horrible engaño. Sin embargo, después de que David pecó, pronunció este clamor agonizante desde lo más profundo de su ser: “Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos… No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu” (Salmos 51:2-4,11).
Un clamor del corazón es la marca de una iglesia del Espíritu Santo. Por supuesto, hay personas en esta iglesia que fracasan y viven en el engaño. Sin embargo, los verdaderos creyentes, como David, se han vuelto tan sensibles a la obra y al mover del Espíritu Santo que no siempre necesitan un profeta que les diga que han pecado. Se arrepienten incluso antes de que un profeta venga a ellos porque se sienten heridos por su pecado.
David dijo: “Ligaduras del Seol me rodearon; tendieron sobre mí lazos de muerte. En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios… Envió desde lo alto y me tomó; me sacó de las muchas aguas. Me libró de poderoso enemigo, y de los que me aborrecían” (2 Samuel 22:6-7, 17-18).
Dios dejará en ruinas la iglesia de Salomón y resucitará de las ruinas a la iglesia de David. “Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar” (Hechos 15:16). Esta iglesia tendrá un dolor piadoso por el pecado. ¡Clamará de angustia y arrepentimiento y dependerá totalmente del Espíritu Santo!