La Iglesia que Atrae a la Gente
Una de las personas más influyentes en mi ministerio fue un hombre llamado George que solía estar en los “Hells Angels”. Solían llamarlo “Doc” porque vendía las drogas para el grupo, pero ahora tiene un doctorado en teología, así que obviamente, Dios ha hecho una gran obra en su vida. Sin embargo, la iglesia no siempre es el lugar más amigable para las personas que vienen de una vida difícil, y George experimentó algo de dolor en la iglesia.
Él cuenta esta historia. Alguien lo había invitado a la iglesia, así que vino en su motocicleta. Sentado en la pequeña colina antes de llegar a la iglesia, hizo una pausa y oró: “Dios, voy a entrar a esta iglesia, y si una persona mira mi chaqueta de cuero, mis tatuajes y mi barba y me juzga y se burla de mí, yo me iré y nunca volveré”.
Entonces entró y era una iglesia rural muy pequeña, y había unas señoras mayores que lo abrazaron y le dieron la bienvenida. Él dice: “La obra que logró este momento para sanarme fue sobrenatural”.
La buena predicación y la buena doctrina son importantes; nadie lo niega, pero en última instancia, el llamado de los creyentes es amar a Dios y amar a los demás. Eso es lo que les da a nuestras palabras un poder real cuando compartimos el evangelio. En los primeros momentos de la iglesia, vemos a Pedro levantarse el día de Pentecostés y dar su sermón, y miles de personas fueron salvas. Eso es genial, pero podríamos olvidar lo que sucedió después.
“Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:44-47).
Ellos tenían una comunidad saludable donde la gente se amaba y se cuidaba unos a otros. Eso llamó la atención de un mundo romano y griego al que no le importaba un comino algún maestro judío que afirmaba ser el Salvador del mundo. El amor sacrificial de la iglesia fue y sigue siendo lo que hará que un mundo moribundo se levante y preste atención.