La Oración de Incredulidad

David Wilkerson (1931-2011)

Has oído hablar de la oración de fe. Creo que hay una imagen espejo de esta oración, una oración que se basa en la carne. Yo la llamo la oración de incredulidad.

El Señor le dijo estas mismas palabras a Moisés: “Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen” (Éxodo 14:15). En esencia, este versículo en hebreo diría algo como: “¿Por qué me claman? ¿Por qué tanta súplica en mis oídos?”

¿Por qué Dios le diría esto a Moisés? Este era un hombre piadoso que oraba en la crisis de su vida. Faraón perseguía a los israelitas y no tenían escapatoria. La mayoría de los cristianos probablemente reaccionarían como lo hizo Moisés. Él partió hacia una ladera aislada y se quedó a solas con el Señor, luego derramó su corazón en oración.

Cuando Dios oyó a Moisés clamar, le dijo: "Basta". La Escritura no es explícita sobre lo que siguió, pero en ese momento Dios podría haber dicho: “No tienes derecho a agonizar ante mí, Moisés. Tus gritos son una afrenta a mi fidelidad. Ya te he dado mi solemne promesa de liberación. Te he instruido específicamente sobre qué hacer. Ahora deja de clamar”.

Amado, Dios no cambió entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Él es un Dios de amor y misericordia, como señala Isaías, pero sigue aborreciendo el pecado porque es santo y justo. Por eso le dijo a Israel: "No puedo escucharte debido a tu pecado".

Considera las palabras del salmista: “A él clamé con mi boca, y fue exaltado con mi lengua. Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica” (Salmos 66:17-19). El salmista está diciendo: “Vi que había iniquidad en mi corazón y me negué a vivir con ella. Así que fui al Señor para que me limpiara. Entonces escuchó mi oración. Pero si me hubiera aferrado a mi pecado, Dios no habría escuchado mi clamor”.

Al enfrentarnos a nuestras propias crisis, podemos convencernos de que "la oración es lo más importante que puedo hacer en este momento". Pero llega un momento en que Dios nos llama a actuar, a obedecer su Palabra con fe. En ese momento, no nos permitirá retirarnos a un desierto para orar. Eso sería desobediencia; y cualquier oración en ese momento sería ofrecida con incredulidad.

 
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