La Oveja Perdida
Hace años, Dios puso en mi corazón comenzar un hogar para niños en Long Island. Realmente sentí que el Señor estaba detrás de esta obra. Sin embargo, después de solo dieciocho meses, los funcionarios estatales impusieron regulaciones tan estrictas sobre el funcionamiento de la casa que no tuvimos más opción que cerrarla.
Habíamos acogido a cuatro niños durante el breve tiempo que estuvimos abiertos. Después de que cerramos, perdí el contacto con ellos. Siempre había pensado que “Aventura” fue uno de los mayores fracasos de mi tiempo. Durante más de tres décadas, me pregunté por qué Dios nos permitió seguir adelante con ello.
Recientemente recibí una carta de un joven llamado Clifford.
Él escribió: “Hermano David, yo fui uno de los cuatro niños enviados a la casa en Long Island. Los padres temporales fueron muy cariñosos y amables. Nos enseñaron la Biblia y nos llevaron a la iglesia. Un día nos llevaron a una iglesia que estaba celebrando una campaña de avivamiento. ¡Estaba tan amargado y abatido! Fue allí, debajo de la carpa, donde el Espíritu Santo comenzó a tocar de mi corazón. Escuché al predicador decir: "Jesús te ama". Todos los años de dolor, confusión y desesperanza salieron a la superficie. Me arrodillé y oré. Eso fue hace treinta y cinco años. Ahora Dios me ha llamado a predicar y me está llevando al ministerio a tiempo completo. Este "gracias" ha estado agitándose en mí todo este tiempo. Solo quiero agradecerte por preocuparte. Sé lo que es el amor de Dios".
La carta de este hombre me prueba que nada de lo que hacemos por Cristo es en vano. Ese hogar de niños no fue un fracaso porque un niño perdido y confundido descubrió el significado del amor de Dios.
Este es el gozo que Cristo describió en su parábola: “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:4-7).