Gary Wilkerson

Mi padre me enseñó una gran lección de fe cuando era niño. Me dijo: “Hijo, la parte más difícil de la fe es siempre la última media hora. Cuando sientas que quieres rendirte, cuando sientas que tu vida perdió su rumbo, cuando ya no escuches a Dios, simplemente aguanta porque la última media hora es la parte más difícil de la fe”.

¿Alguna vez has hecho un largo viaje en coche? Conduces cientos de kilómetros y el trayecto va bien. Por fin, ves un cartel que indica que tu destino está a 50 kilómetros de distancia. Esos últimos 50 kilómetros pueden parecer casi tan largos como los 800 kilómetros que acabas de recorrer. La última parte de un viaje a veces es la más difícil porque ya casi has llegado y debes aguantar un poco más.

La Escritura dice: “Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (Hebreos 10:36).

Puede que algunos quieran darse por vencidos hoy, pero les animo a perseverar un poco más.

Puede que sientas que el sueño no se va a hacer realidad, pero Dios te está diciendo: “Espera, hijo. Espera, iglesia. Espera unos minutos más. Espera unas semanas más porque la victoria está a la vuelta de la esquina”.

No puedo contarles cuántas personas he conocido que recibieron una palabra de Dios, pero su respuesta fue demasiado lenta. Abandonaron toda esperanza. Si hubieran aguantado un poco más, todas las cosas que Dios les había dicho se habrían hecho realidad. En cambio, se alejaron de la fe, del valor, de la visión y del propósito. Ahora viven una vida de desesperación silenciosa porque ya no confían en Dios ni creen que Él les responderá. Se mueven con sus propias fuerzas sin el poder de Dios. Amigo, quiero animarte a que no pierdas la esperanza. ¡Dios está guardando lo mejor para el final!