La Redención de Pedro

David Wilkerson (1931-2011)

Cuando Pedro fue zarandeado, fracasó miserablemente en un sentido, pero no en su fe. Tú  puede estar pensando, “¿Cómo puede ser eso? Este hombre negó conocer a Jesús en tres ocasiones diferentes”.

Si Pedro hubiera fallado por completo, la oración de Jesús habría sido en vano. Yo sé que la fe de Pedro no falló. Justo cuando juraba y parecía que el Señor había perdido a un amigo y discípulo ungido, Pedro miró a los ojos de Cristo y se derritió. “Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente” (Lucas 22:61-62). “Llorar amargamente”, en griego en realidad significa que tuvo “un clamor penetrante y violento”.

Me imagino a Pedro caminando hacia las colinas de Judea, cayendo sobre su rostro con las manos extendidas, clamando: “Oh Padre, él tenía razón. Yo no escuché. Él me advirtió que Satanás trataría de destruir mi fe. Yo ni siquiera pude hacerle frente a una criada. ¡Perdóname, oh Señor! Yo lo amo. ¿A quién más iré?”

Puedo ver a Pedro poniéndose de pie entonces con el Espíritu de Dios fluyendo a través de él, gritando: “¡Satanás, vete! Yo le fallé, pero aún lo amo. Él profetizó que yo volvería y sería de fuerza para otros, una roca”. De hecho, Pedro fue el primer discípulo en llegar a la tumba cuando se dijo que Jesús había resucitado. Él estaba adorando cuando Jesús fue trasladado a la gloria. Fue Pedro quien se presentó como portavoz de Dios en el día de Pentecostés.

Una mar de gente está viniendo al Señor hoy. ¿Dónde encontrarán fuerza en los tiempos difíciles que se avecinan? Lo encontrarán en los santos zarandeados como Pedro, que puedan decir con autoridad: “No confíes en ti mismo. Cuando pienses que estás firme, mira que no caigas” (ver 1 Corintios 10:12-13).

¿Sientes una seductora atracción de tentación en tu vida? ¿Se está gestando un problema profundo en tu corazón? Escucha las palabras de Jesús y date cuenta de que a Satanás se le puede haber dado permiso para zarandearte. No lo tomes a la ligera. Debemos leer la historia de Pedro y ser advertidos por ella. Sin embargo, incluso si ya has fallado, puedes mirar el rostro de Jesús y recordar que él está orando por ti. Arrepiéntete, vuelve y luego comparte tu experiencia con otros que están siendo zarandeados.

 
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