La Voz del Alentador
Cuando leemos el comienzo de Lucas en la Biblia, puede ser fácil pasar con rapidez por las partes de los padres de Juan el Bautista. Sin embargo, su madre, Elisabet, es una persona realmente notable. En primer lugar, cuando se nos presenta a Elisabet y su esposo, la Biblia dice: “Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada” (Lucas 1:6-7).
Es casi seguro que Elisabet había lidiado con muchos juicios de la comunidad por el hecho de que no tenía hijos. Cuando Dios le dio un hijo milagrosamente, ella admitió lo difícil que había sido esto: “Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres” (Lucas 1:25).
Sin embargo, esta prueba que había durado años de su vida no la había amargado. Se la describe abiertamente como justa e intachable. Estoy seguro de que luchó algunos días con una profunda decepción o dolor. Ser justos no significa que nunca sintamos tristeza o enojo. Simplemente significa aferrarse siempre al amor y los planes fieles de Dios, incluso cuando son un misterio para nosotros.
Lo que es más, incluso en medio de su vida siendo redirigida abruptamente a la maternidad, Elisabet se tomó el tiempo para animar a una mujer mucho más joven. Se ha derramado mucha tinta sobre la posición vulnerable de María como una adolescente soltera y embarazada. En lugar de interrogar a María con preguntas o juzgar a esta joven, Elisabet le señaló la bondad de Dios. “Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor” (Lucas 1:45). ¡Dios promete cosas hermosas a su pueblo, y cumple su palabra!
Las palabras de Elisabet debieron levantar el ánimo de María y llenarla de determinación. Que cada uno de nosotros sea el pariente o amigo al que los demás recurran en busca de aliento o guía espiritual. Que podamos animar a otros recordándoles cómo Dios los ve a ellos y sus pruebas. Que los bendigamos con la oración y la Palabra de Dios.