Las Lágrimas de los Justos

David Wilkerson (1931-2011)

La Biblia declara enfáticamente que ninguna lágrima de sus hijos cae al suelo. David escribió: “Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no están ellas en tu libro? Serán luego vueltos atrás mis enemigos, el día en que yo clamare; esto sé, que Dios está por mí” (Salmos 56:8-9). Las lágrimas de los justos son tan preciosas para él, que él las preserva. Si Dios guarda mis lágrimas, ¿no me guardará a mí?

Es casi demasiado fantástico poder asimilarlo todo. Lo que me llama la atención en esa palabra es que si él cuenta cada lágrima mía, ¿cuán preciosa es mi sangre para él, mi sustento, mis necesidades? Cristo aseguró a sus discípulos: “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Lucas 12:6-7).

Hasta que no estemos persuadidos en nuestras mentes de que Dios se fija especialmente en todas y cada una de las aflicciones que soportamos, es imposible que podamos obtener tanta confianza como para creer que Él pondrá nuestras lágrimas en su redoma. ¿Podemos creer esa verdad, que el Dios que cuenta cada cabello de nuestra cabeza y embotella cada lágrima, no se interpondrá en nuestro favor? Escucha esta palabra en tu espíritu: Cada lágrima que has derramado por los pecados pasados, cada lágrima derramada en momentos de aflicción y estrés, cada lágrima derramada por las almas perdidas está escrita en su libro.

Puedes decir: “Yo no lloro. Rara vez derramo lágrimas”. Yo creo en las lágrimas del alma, que solo Dios ve, lágrimas internas y silenciosas, derramadas a menudo en tiempos de angustia y necesidad. Ninguna de tus lágrimas ha sido en vano. Ni una es en vano.

Incluso al final de los tiempos, Dios atenderá nuestras lágrimas una vez más. “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4). ¡Creer en Dios es creer en esta increíble verdad!