Las Llaves de la Victoria

David Wilkerson (1931-2011)

Mientras estudiaba el Nuevo Pacto, sus gloriosas verdades se hicieron evidentes a partir de los tratos de Dios con Israel en el Antiguo Testamento. Sentí que el Señor me preguntaba: “David, ¿quieres las llaves de la victoria? ¿Quieres saber cómo vencer el pecado, la carne y el diablo? ¿Quieres saber cómo luchar contra el enemigo? Ve a mi Antiguo Testamento y aprenderás de los ejemplos que hay allí. Los he registrado todos para que puedas aprender las lecciones de la piedad”.

En la noche de la Pascua, ningún israelita estuvo en peligro a causa del ángel de la muerte que arrasó Egipto. Todos los hombres, mujeres e hijos de Dios descansaron seguros bajo la cobertura de sangre que fue extendida sobre los postes de las puertas de sus hogares (ver Éxodo 12).

Esta imagen de seguridad representa el poder protector de la sangre de nuestro Señor sobre sus hijos hoy. Como cristianos, debemos ser personas creyentes y confiadas que tienen la sangre de Cristo rociada en los postes de las puertas de nuestros corazones.

La confianza de Israel en la sangre del cordero inmolado logró muchas cosas en la vida del pueblo. No sólo los protegió del ángel de la muerte, sino que también los sacó de Egipto y los libró de la esclavitud del faraón. Sin embargo, había otros enemigos de los cuales Israel necesitaba liberación.

De la misma manera, hoy nuestra confianza en la sangre de Cristo implica mucho más que obtener la salvación eterna. Implica también confiar en el poder de Dios para librarnos de toda fortaleza del enemigo.

Por favor, no me malinterpretes. Si eres salvo y vives bajo la cubierta de la sangre de Cristo, asegurado por la fe en su obra en la cruz por ti, eso es absolutamente maravilloso. Sin embargo, ¿qué pasa con tu constante batalla con el poder del pecado que arde en tu interior? ¿Qué pasa con tu hábito que te acosa? ¿Qué poder tienes para luchar contra estos enemigos de tu alma?

El hecho es que, aunque hayamos sido salvados y asegurados por la sangre de Cristo, todavía enfrentamos una batalla contra principados abrumadores, poderes satánicos y fortalezas demoníacas. Debemos clamar por el poder que está disponible para nosotros a través del Nuevo Pacto de Dios, pero ese poder viene solo por fe.