Las Perspectivas Altas y Bajas de Dios

Gary Wilkerson

Hay un dicho que dice: “No vemos las cosas como son, sino como nosotros somos”. Esto nunca es más cierto que en cómo vemos a Dios. 

A lo largo de los años, me ha resultado interesante cómo la gente ve y se relaciona con Dios. En el cristianismo, se divide en dos categorías generales. Algunos lo ven como el creador soberano del universo, santo, omnisciente, siempre presente y eterno. Se sienten seguros en su abrazo y aceptan su juicio y su misericordia.

Otros ven a Dios como una versión ampliada de las personas. Es como ellos, sólo que más grande. Piensa, siente y se comporta como ellos, sólo que a mayor escala. Esta es una visión más común porque, aceptémoslo, nosotros somos nuestro único punto de referencia. Sin embargo, hay otra razón. Nunca les han enseñado lo que dice la Biblia acerca de quién es Dios.

El reformador protestante Juan Calvino escribió: “Por conocimiento de Dios entiendo aquello por lo cual no sólo concebimos que hay algún Dios, sino que también aprehendemos aquello que es para nuestro interés”. Yo no aprendo a vivir metiendo a Dios en mi caja humana. Más bien, cuando salgo de mi mundo limitado a este vasto mundo, veo a un Dios que tal vez tenga algunas cosas que enseñarme.

El mundo de Dios no es un lugar con el que yo esté familiarizado; no fue concebido por mi imaginación, ni tomó forma a partir de los anhelos de mi alma. No, yo nací ya moldeado a su imagen, mi espíritu sintonizado con su presencia.

En Job 36-37, Eliú, el joven amigo de Job, intenta echarle una mano para salir de su miseria y guiarlo a un lugar donde esté listo para oír al protagonista principal: Dios mismo. Eliú sabe que la restauración de Job sólo llegará cuando fije sus ojos en el Señor. “Espérame un poco, y te enseñaré; porque todavía tengo razones en defensa de Dios” (Job 36:2). Él alza la visión de Job diciendo: “¿Extendiste tú con él los cielos, firmes como un espejo fundido?” (Job 37:18). ¡Echa un vistazo, Job! ¿Puedes ver?

En el gran final de los capítulos 38-41, Job oye a Dios mismo. Es un pasaje que te dejará sin aliento. Cuando el Señor termina, Job ha encontrado su equilibrio una vez más en una nueva perspectiva, arrepentimiento, consuelo y paz. Lee Job 36-42 cuando tu corazón necesite sanidad. Hallarás restauración allí, en la presencia de Dios.