Liberación para Corazones Tibios
Estuve leyendo recientemente acerca de un evento histórico llamado la Gran Eyección. En 1662 en Inglaterra, dos mil ministros puritanos dijeron que Dios, no el rey, debería tener la autoridad de la Iglesia de Inglaterra. Ellos fueron eliminados de inmediato de sus puestos en un solo día que se conoció como el “Día del Bartolomé Negro”. Muchos de ellos fueron encarcelados y otros ejecutados. Algunos de ellos fueron obligados a dejar su parroquia y su gente, y otros fueron expulsados del país. La influencia de su elección resonó a lo largo de la historia y ayudó a inspirar el Gran Despertar.
Se creó un libro a partir de una colección de los sermones de estos hombres, tantos como se pudieron recopilar de los sobrevivientes. Leía este libro y pensaba en cuán similarmente nuestro propio gobierno moderno está comenzando a tratar a los creyentes. La sociedad americana está comenzando a decirle a la gente lo que puede y lo que no puede decir o denunciar. Luego, las palabras de un pastor puritano me llamaron especialmente la atención.
Él dijo que el problema de Inglaterra no era el rey que los echaba. No era la depravación moral en su nación. Era él mismo. Él no había orado lo suficiente. No había amado lo suficiente. Él no se había preocupado lo suficiente. No había estado lo suficiente en la Palabra. Como pastor, él no estaba tan quebrantado como debería haber estado para llevar a las personas al lugar de arrepentimiento donde necesitaban estar.
Yo creo que lo mismo es cierto hoy en día. Nuestra mayor necesidad es la liberación, pero muchos somos tentados a centrarnos en la condición de tibieza y descarrilamiento de la iglesia. Podemos sentirnos tentados a decir que nuestra nación necesita ser liberada primero de su declive espiritual y de los problemas sociales respecto a la abierta perversidad sexual.
No obstante, creo que la mayor necesidad de liberación que tenemos está dentro de mí y de ti.
Tú y yo estaremos en un viaje de liberación y santificación de por vida. La mayor necesidad de cambio está en cada una de nuestras vidas. Es por la gracia de Dios que somos atraídos a su presencia. Él restaura ese deseo de arrepentimiento, santidad y amor. Si suficientes cristianos permitimos que Cristo transforme y sane nuestros propios corazones, entonces veremos un fuego y una pasión vivificando iglesias e impactando la cultura.