La Mentira de la Significancia Superficial
En su libro La guía del pastor para un ministerio eficaz, Dallas Willard escribe: “La calidad de nuestras almas afectará indeleblemente a los demás, para bien o para mal”.
La mayoría de nosotros que queremos compartir a Jesús de una manera significativa con los demás a menudo intentamos descubrir cómo impresionar a los demás. Sabemos que nuestra audiencia es voluble y desea algo nuevo que estimule los sentidos. En la década de 1990, este enfoque aumentó cuando los pastores gastaron cantidades obscenas de dinero, tratando de atraer multitudes con producciones y formas creativas de presentar el evangelio. El “marketing” de Jesús saltó a un nivel completamente nuevo y los cristianos lo estaban comprando.
Hubo algunos problemas con este enfoque. La primera fue que muchos pastores fueron lanzados al “estrellato” dentro de sus círculos y no tenían peso. No había vida interior para contrarrestar las voces que decían: “¡Vaya, eres especial! ¡Tu iglesia encabezó las noticias locales! ¡Eres amigo del gobernador! ¡Alguien acaba de donar un millón de dólares para la construcción del templo! ¡Tu libro es un éxito de ventas! ¡Eres una estrella!" Debido a que carecían de la humildad sólida y centrada en Dios y de la profundidad espiritual necesaria para sobrevivir a los altibajos del ministerio, brillaron intensamente… y luego se extinguieron.
El segundo problema fue que olvidaron que la gente realmente anhela el evangelio sencillo de Jesucristo. Los humanos, hechos a imagen de Dios, quieren saber cómo encontrarlo. Quieren que el mensaje se presente de forma sencilla y que las instrucciones sean claras. Quieren que el mensajero sea alguien que verdaderamente conozca a Dios y lo ponga en primer lugar en sus propias vidas.
Ya seas un misionero que vive una vida solitaria de servicio en un área remota o un pastor de una gran congregación en la ciudad, tu vida interior es lo más importante en tu vida. Mi amor por Jesús y mi hambre de conocerlo mejor y más profundamente cada día superan todo lo que soy y todo lo que hago. A través del ruido y las demandas de la vida y el liderazgo de la iglesia moderna, debemos permanecer cimentados en Dios. Él nos llama a sí mismo, a cenar solos en su presencia, cada día.
“A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente” (Salmos 16:8-9).