Limpiando y Sanando la Lengua
El profeta Isaías nos brinda un ejemplo de cómo podemos sanar nuestra lengua.
1. Isaías se acercó al Señor y oró pidiendo una visión de la santidad de Dios. “vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime” (Isaías 6:1).
Cualquiera que quiera vivir una vida que agrade a Dios debe ir constantemente a su presencia hasta que vea la santidad de Dios. Toda sanidad, verdaderas bendiciones y victorias comienzan en su trono. ¡Ahí es donde vemos a Dios en su santidad!
2. Mientras estaba en la santa presencia de Dios, Isaías sintió una profunda convicción por tener labios inmundos. “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:5).
¿Por qué clamó Isaías: “Soy hombre de labios inmundos”? Fue porque había visto al rey de la gloria. La presencia de Dios expone todo lo que es diferente a él.
3. Isaías permitió que el Señor lo tocara y lo limpiara con su fuego sagrado. “Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (Isaías 6:6-7).
La Palabra de Dios es un carbón encendido y el Espíritu Santo es su fuego. Ahora mismo has sido tocado por el Espíritu Santo a través de este mensaje, y Dios quiere purificarte con su llama. Él puede hacerlo si dejas que su Palabra llegue a lo más profundo de tu ser. Él es el único que puede hacerlo. Tu parte es simplemente confesar, como lo hizo Isaías: “¡Ay de mí, que soy inmundo!”.
Yo oro para que el poder de la Palabra de Dios te toque y te purifique. Confiesa: “Sí, soy yo, Señor; no dejaré pasar esta convicción. Limpia mi boca y mi corazón”.