Viviendo en la Misericordia de Dios

David Wilkerson (1931-2011)

Amados, este mensaje no tiene como objetivo sermonearlos ni amonestarlos. Más bien, creo que tengo una palabra de esperanza para ustedes. Permítanme explicarles por qué les puede resultar tan difícil ser el cristiano amable, misericordioso y bondadoso que quieren ser.

La clave la encontramos en el Salmo 119. El salmista hace aquí una declaración poderosa: “Sea ahora tu misericordia para consolarme, conforme a tu palabra dada a tu siervo” (Salmos 119:76). El significado aquí es: “Señor, tu Palabra me dice que debo sentir consuelo al saber que tú eres misericordioso y lleno de compasión conmigo. Permíteme encontrar consuelo en esa gran verdad”.

Si buscáramos las palabras “misericordioso” y “misericordia” en una concordancia, encontraríamos cientos de referencias. La Palabra de Dios nos abruma con numerosas promesas de su maravillosa gracia, bondad y compasión. Él quiere dejarnos claro que es misericordioso, paciente y lento para la ira ante nuestros fracasos, debilidades y tentaciones.

“Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia” (Salmos 103:8).

Todas las promesas de misericordia de Dios se dan para consolarnos en nuestras pruebas. Cuando le fallamos a Dios, pensamos que está enojado con nosotros y pronto para juzgarnos. En cambio, Él quiere que sepamos: “Te ayudaré a superarlo. Simplemente arrepiéntete. No estoy enojado contigo. Soy misericordioso, lleno de gracia y amor por ti. Obtén consuelo de esto”. Es reconfortante saber que la misericordia de Dios nunca se retirará de nosotros. Qué reconfortante es saber que cuando pecamos o fallamos, su amor hacia nosotros se hace aún más fuerte.

Si no encontramos consuelo en la misericordia que Dios nos muestra, no estamos en condiciones de dar misericordia que ofrezca consuelo a los demás. Solo cuando experimentemos la misericordia absoluta de Dios habrá un desbordamiento de misericordia para todos los que nos rodean. Nos convertimos en personas misericordiosas porque nosotros mismos vivimos en la misericordia de Dios.

 
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