Lo que Nos Retiene
“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:6-7).
El Señor desea darte su favor y bendición para elevarte por encima de lo que te limita, para que convertirte en la persona que Él ve en ti. Hay un llamado que solo tú puedes cumplir en esta tierra, en tu generación y dentro de tu familia. Para lograrlo, el Señor está dispuesto a derramar sobre ti una gracia especial y su fuerza cada día.
Sin embargo, otra fuerza actúa en nosotros y se opone a este proceso. Es nuestro orgullo. El favor de Dios se bloquea por tu orgullo, ya que Dios resiste a los soberbios como nos dice la Biblia. La expresión "resistir" proviene de la palabra griega ´antitassomai´ y significa alinearse en la batalla contra alguien u oponerse a él. En otras palabras, cuando elegimos permanecer en nuestro orgullo, literalmente vamos a la guerra contra Dios. Cuando elegimos el orgullo, reproducimos en pequeña escala la rebelión de Satanás contra Dios.
Los pensamientos secretos de orgullo que llevaron a Lucifer a su caída se revelan en Isaías 14:12-14: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios… sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo”
Elegir el orgullo es erigir nuestros propios 'tronos', derechos, opiniones, planes, deseos y decisiones por encima de los de nuestro cónyuge, nuestros hijos o nietos, incluso por encima de Dios. Por tanto, abortamos el proceso divino de elevación que él pretendía realizar en nosotros. Querido amigo, te suplico con todo mi corazón y fuerzas que dejes de elegir el orgullo, la terquedad, la arrogancia, la aspereza, la frialdad, la amargura egocéntrica y la falta de perdón. Deja de negar tu parte, de culpar a los demás, de revolcarte en la autocompasión, de elevar tu sufrimiento o decepción por encima de las promesas de Dios y su infinita capacidad redentora.
Elige, en cambio, caminar en humildad ante Dios. Elige ser honesto acerca de tus pecados contigo mismo, con Dios y con otras personas. Elige tener el coraje de pedir perdón. Reconoce tu necesidad de que Dios rompa ese orgullo que te ha mantenido limitado por demasiado tiempo. Dios desea levantarte.