Los Fracasos Épicos se Pueden Redimir
El rey David se sienta frente al profeta, inundado de vergüenza. Tiene miedo, atónito ante la reprensión de Dios que ha puesto al descubierto su adulterio, engaño y asesinato. Su corazón se acelera porque su vida, que hace apenas unos minutos estaba en su apogeo, ahora está en caída libre.
Sansón se despierta de una siesta en el regazo de una mujer. Se ríe de las palabras de Dalila: "¡Los filisteos están aquí!" hasta que se da cuenta de que su legendaria fuerza ha sido despojada. Su vida y su gobierno de veinte años como juez de Israel acaban de derrumbarse.
Las historias de estos dos hombres nos llevan al altar. Consideremos cómo cayeron hasta ahora y cómo Dios redimió sus fracasos.
David sabía que tenía defectos; lo vemos en los salmos reconociendo continuamente su fragilidad. Salvaguardó su intimidad con Dios con oraciones, cantos, escritos y adoración. David también se ancló a través de amistades que le brindaron fortaleza, perspectiva y responsabilidad. Ellos mantuvieron a David fuera de su propia cabeza y le salvaron la vida más de una vez. David era constructor de viviendas. Cuando Jerusalén fue capturada, inmediatamente construyó una casa para su familia. Estas disciplinas le resultaron muy útiles en los años posteriores a su caída.
Sansón también disfrutó de la bendición de Dios, pero era más bien un solitario. Se centró en su trabajo, enemigos y conquistas. El relato de su vida en Jueces 13-16 no revela ninguna amistad sana. Estaba desprotegido y dependía completamente de su propio juicio y fuerza. Sansón era un vagabundo, no un constructor de viviendas. Por lo general, se le podía encontrar detrás de las líneas enemigas o deambulando por barrios hostiles. Cuando llegaron los filisteos, ni siquiera pudo gritar pidiendo ayuda porque nadie sabía dónde estaba.
David gobernó durante cuarenta años; el Mesías vendría de su linaje. Sansón murió en su mejor momento, ciego y en cautiverio; pero encontró su fe nuevamente antes de su muerte (ver Jueces 16:28). En Hebreos se le nombra como un ejemplo de aquellos que “por fe… sacaron fuerzas de la debilidad” (Hebreos 11:33-34). Tanto David como Sansón nos muestran que la misericordia de Dios hace su mejor obra cuando no hay esperanza. A su vez, Dios nos llama a avanzar con rectitud, humildad y responsabilidad. Debemos dejar que él haga toda su obra redentora en nosotros para que podamos terminar fuertes.
“Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí” (Isaías 44:22).