Movidos Por el Espíritu
“Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría” (Hechos 17:16).
Cuando el apóstol Pablo miró a las multitudes idólatras de Atenas, su espíritu se conmovió. De la misma manera, cuando miro por la ventana de mi apartamento todas las noches y contemplo a las masas de Manhattan, experimento lo que sintió Pablo. Veo muchos edificios hermosos, desde el horizonte de Midtown hasta la Estatua de la Libertad, pero todos parecen lápidas. Están llenos de muertos vivientes, multitudes de personas muriendo y yendo al infierno. Tengo que clamar todos los días: “Señor, te necesitamos. No podemos hacer nada para alcanzar a estas personas sin tu guía y tu poder”.
Jesús sabía todo lo que su iglesia enfrentaría hoy: la oposición abrumadora y los muchos obstáculos. También sabía exactamente lo que le sucedería a nuestra sociedad. Sabía que habría un derrumbe moral, que la humanidad empeoraría cada vez más y que un diablo enojado arrojaría un río infernal contra su iglesia.
Jesús no habría enviado a sus discípulos sin que ellos supieran que el poder que se les había dado sería más que suficiente para satisfacer todas las necesidades y la oposición. Estos hombres que habían corrido despavoridos cuando los soldados vinieron por él eran tímidos, temerosos, inexpertos y sin entrenamiento. Sin embargo, Jesús sabía que cuando se rindieran por completo al Espíritu Santo, estos hombres obrarían milagros, pondrían a los demonios en fuga y vencerían a todo adversario y desafío.
Yo creo que las palabras de Jesús a sus discípulos indefensos se aplican a nosotros hoy: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49).
En esencia, Jesús dijo: “Si intentas evangelizar con tus propias fuerzas, caerás de bruces al poco tiempo. Yo conozco las batallas y los obstáculos que enfrentas, y te daré un poder mayor que cualquier otro en el universo. Podrás enfrentarte a reyes, príncipes y gobiernos con autoridad sobre demonios y principados. Sin embargo, no puedes hacer nada por mí a menos que estés lleno del Espíritu Santo”.
Amado, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que lloraste por los perdidos? Oremos para que nuestros corazones sean conmovidos por el Espíritu para alcanzarlos con el evangelio.