Nora y el Dios que Ve
Entró con quemaduras de ácido en la cara y sosteniendo su mano cortada. El médico del pueblo la miró y le dijo: “No podemos ayudarte porque creemos que vas a morir. Es mal karma si mueres en el pueblo porque tu fantasma rondará el hospital”.
Estas palabras no son de una novela; fueron pronunciadas por una encantadora joven que estaba sentada frente a mí y me contaba la historia de su vida. Su nombre es Nora.
Nora nació en Camboya y se crió como budista. La conocimos a través del fundador de la ´Casa de Refugio para Chicas´ en Phnom Phen. Este maravilloso ministerio acoge a niñas de la calle y les brinda atención, seguridad, defensa, educación y, lo más importante, el amor transformador de Jesucristo. Nora había sido llevada allí por su prima que era residente.
La vida de pobreza de Nora la había llevado a una relación violenta con un hombre de negocios, un miembro destacado de su pueblo a quien las autoridades no podían tocar. La acechaba repetidamente, secuestrándola y abusando de ella cuando la encontraba. Finalmente, un día se puso al acecho. Cuando ella apareció, le arrojó ácido de batería en la cara, le apuñaló la cabeza con un cuchillo de carnicero, le cortó la mano y la dejó por muerta.
Nora recordaba vívidamente estar allí tumbada, susurrando: “Dios, por favor ayuda a tu hijo. Por favor". Aquí estaba ella, sola con un Dios que ni siquiera conocía, pero a quien su espíritu clamaba. En ese momento, ella dijo: “Había una luz y algo me levantó” y al instante supo que Jesús estaba a su lado. Al igual que Agar, la concubina no amada de Abram, Nora “llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres Dios que ve … ¿No he visto también aquí al que me ve?” (Génesis 16:13).
En agonía, Nora milagrosamente llegó al pueblo donde el médico supersticioso la rechazó. Estaba al borde de la muerte, pero Dios tenía otros planes. Por su gracia, finalmente logró encontrar ayuda y fue llevada al hospital de Phnom Penh.
Hoy Nora vive en la Casa de Refugio para Chicas y comparte su historia de esperanza con otras mujeres jóvenes. Lamentablemente, su mano no pudo salvarse, pero su rostro se recuperó milagrosamente de las quemaduras por ácido. Ella es radiante, una hija del Rey, preciosa a sus ojos.