No Listo para Luchar
Supongamos que un entrenador de boxeo lleva a su luchador a un campo de entrenamiento aislado y pasa toda la sesión de entrenamiento preparándolo para la gran pelea. Él dice: “Estaré contigo en el ring; nunca me iré de tu lado. Aquí hay una lista de grandes boxeadores del pasado, así que estudia cada uno de sus movimientos. No tienes que sufrir con entrenamientos duros. Te dije que eres un ganador y mi palabra es todo lo que necesitas. Aquí hay algunos diagramas sobre cómo derrotar al Hombre Monstruo cuando subas al ring con él”.
¿Qué clase de entrenador es este? ¡Absolutamente tonto! ¿Qué haría realmente un buen entrenador? Encontraría al mejor boxeador que pudiera, pondría a su hombre en el ring con él y los haría pelear.
¿Cuántos cristianos se llaman a sí mismos guerreros sin haber sido nunca probados o entrenados? Escuchamos mucho sobre los muchos guerreros de oración en esta nación. Sin embargo, la triste verdad es que la gran mayoría de ellos nunca han estado en batalla. No han sido entrenados y no están preparados para luchar.
Recientemente, le pregunté al Señor por qué tantos verdaderos creyentes están pasando por tiempos tan pesados y difíciles. “¿Por qué un sufrimiento tan profundo?” Le pregunté: “¿Por qué se pone a tanta gente a prueba hasta el límite?”
Dios sabe que Satanás será desatado sobre la tierra para su última hora de guerra. El Señor necesitará guerreros bien entrenados que prevalezcan sobre todos los poderes del infierno. Ahora mismo está haciendo un trabajo rápido en su pueblo: ¡Entrenamiento en crisis!
Estos santos profundamente probados, personas que han luchado con Dios, se están convirtiendo en los capitanes de su ejército de los últimos días. Cuanto más sufren y más intensa es la prueba, mayor es la tarea que les espera.
Este tipo de entrenamiento requiere disciplina tanto física como espiritual. Jacob lanzó todo su cuerpo a la batalla. Un espíritu de lucha se había levantado en él, y las Escrituras dicen: “Con su poder venció al ángel” (Oseas 12:3). Este versículo tiene un gran significado para todos los que quieren prevalecer en la oración. Dice que Jacob ganó la batalla “con su fuerza”. Amados, si van a prevalecer en estos últimos días, ¡van a tener que poner todo su cuerpo y fuerzas en ello!