Nuestro Salvador Sigue Orando por Nosotros
Yo no creo que alguno de nosotros pueda comprender el gran conflicto que se está librando ahora mismo en el ámbito espiritual. Tampoco nos damos cuenta de lo decidido que está Satanás a destruir a todos los creyentes que han puesto firmemente en Cristo sus corazones hambrientos.
En nuestro caminar cristiano, en el momento en que cruzamos esa línea hacia una vida de obediencia a la Palabra de Dios y dependencia solo de Jesús, nos convertimos en una amenaza para el reino de las tinieblas y un objetivo principal de los principados y potestades demoníacos. El testimonio de todo creyente que se vuelve al Señor con todo su corazón incluye el repentino ataque de problemas extraños e intensos.
En el evangelio de Lucas, Jesús introduce este tema del zarandeo de los santos. “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:31-32). En la época de Cristo, los obreros del grano usaban un tamiz justo antes de guardar el grano. Colocaban trigo en una caja cuadrada cubierta con una red y luego la agitaban con violencia. La arena y la tierra caían a través de la red hasta que solo quedaban los granos.
Existen las pruebas y también el zarandeo. Veo el zarandeo como un gran ataque satánico. Por lo general, sucede en un período de tiempo corto pero muy intenso. Para Pedro, el zarandeo solo duraría unos pocos días, pero esos días se convertirían en los días más estremecedores, impactantes y llenos de remordimientos de su vida. Podría haber destruido su testimonio de una vez por todas.
Gracias a Dios, la fe de Pedro no falló. Tan ciertamente como Jesús oró para que su "fe no falte", él ora por nosotros de la misma manera. ¡El Señor nos da a todos esa clase de amor!
En nuestro caminar con Dios, tenemos otro "Escrito está" con el que podemos luchar contra Satanás. Es este: "Yo he rogado por ti, que tu fe no falte". Tú puedes decirle al diablo: “Es posible que hayas obtenido permiso para zarandearme, para tratar de destruir mi fe; pero debes saber esto: ¡Mi Salvador está orando por mí!”