Nuestro Termómetro Espiritual
Cuando salí de Teen Challenge siendo un joven, trabajaba en un restaurante por 50 centavos más que el salario mínimo, pero estaba agradecido de estar en Cristo y tener una nueva oportunidad en la vida. Un hombre de una planta de fabricación de productos químicos se me acercó y me dijo: “Oye, quiero contratarte. Quiero ayudarte”. De repente, tenía un trabajo en el que ganaba el triple de mi salario anterior. Me invadió la gratitud y pensé: “Hombre, no puedo creer que pueda mantenerme a mí mismo y a una familia de esta manera. Tengo delitos graves. Tengo un pasado, pero ahora tengo una oportunidad que no merezco”.
Ahora, avancemos rápidamente un año. Había trabajado duro y había conseguido ascensos, estaba ganando más dinero que nunca en mi vida y me había convertido en comprador. Había gente que decía cosas como: "Ganamos un 20% menos que la mayoría de los compradores. ¿Sabías que en la calle de al lado les están pagando tanto?"
¿Aún podía mantener generosamente a mi familia? Sí. ¿Era esto mucho más de lo que merecía o de lo que alguna vez había ganado? Sí.
Sin embargo, cuando dejé de prestar atención a esas cosas, comencé a compararme y a amargarme y desilusionarme, y a buscar en mis pensamientos fallas en el trabajo de otras personas. Fue como la parábola de Jesús sobre los trabajadores de la viña: “Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia” (Mateo 20:10-11). Esta parábola trata tanto de cosas eternas como de cosas terrenales que Jesús quería llamar a nuestro corazón.
La gratitud actúa como un termómetro espiritual en nuestras vidas. Cuando aparto la mirada de Cristo y de la gracia que me ha mostrado, la pongo en mí mismo, en mis obras y en lo que he “ganado”. ¡Qué lugar tan peligroso!
Cuando trabajamos para la gloria de Dios, asegurémonos de que realmente estamos trabajando para la gloria de Dios. Guardemos nuestro corazón y practiquemos activamente la gratitud por la bondad de Dios en cada área de la vida.