Orando con Corazones Honestos
Estaba sentado con el pastor David Wilkerson. Nos estábamos preparando juntos para una reunión que comenzaría en unos minutos y sería para una multitud de pastores, líderes y creyentes de los cuatro rincones de Quebec.
Como intérprete siempre insistí en tener este tiempo de preparación y oración con el predicador invitado. A veces hay diferencias tan grandes al traducir una palabra de un idioma a otro que siempre me ha parecido fundamental “repasar” el mensaje con el hablante. Hay que decir que el Pastor Wilkerson siempre me lo puso fácil. Tuve el privilegio de ser su intérprete decenas de veces en Quebec y en Europa. Siempre tenía escrito un mensaje detallado y poderosamente inspirado. Él compartiría conmigo lo que sentía que había recibido de Dios en oración por las personas reunidas. Con frecuencia me conmovía profundamente e incluso lloraba mientras me preparaba con él antes de las reuniones.
Sin embargo, esa noche fue un poco diferente. Después de leer lo que había escrito, el pastor Wilkerson dijo: “Este no es el sermón correcto. Desde que llegué a Quebec, lucho en oración contra una fortaleza de incredulidad. Debemos llevar un mensaje sobre la fe. ¡Déjanos orar!" Unos minutos después, los pastores organizadores del evento entraron al salón donde estábamos y encontraron a David Wilkerson postrado, angustiado en oración.
Mientras intercedía por Quebec, lo escuché confrontar más de setenta y cinco años de incredulidad con palabras proféticas, gemidos y declaraciones de fe que quedarán grabadas para siempre en mi mente y en mi corazón.
Te invito a arrodillarte conmigo a los pies de nuestro Señor e interceder por tu propia vida, por tu cónyuge, tus hijos, tu llamado, tu ministerio, tu iglesia y tu destino. Como los discípulos de Cristo hace dos mil años, dejemos de fingir y reconozcamos nuestra necesidad de la intervención de Dios. Oremos con corazones honestos. ¡Señor, aumenta nuestra fe!
“La oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:15-16).