Orando por Nuestros Enemigos
La Escritura nos ordena solemnemente: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:12-13).
Soportar a alguien y perdonarlo son dos cuestiones diferentes. Soportar a alguien, o tolerar, significa cesar de todos los actos y pensamientos de venganza. Significa, en otras palabras, “No tomes el asunto en tus propias manos. En lugar de eso, soporta el dolor. Abandona el asunto y déjalo allí”.
Se nos da un poderoso ejemplo de esta amonestación en la vida de David. Él estaba en una ira vengativa hacia un hombre malvado llamado Nabal porque Nabal se negó a ayudarlo cuando lo necesitaba. David juró venganza, pero obedeció el consejo de Dios: “No te vengues… Deja que el Señor pelee tu batalla”. Esa situación se resolvió de manera oportuna, y David alabó a Dios por su intervención (ver 1 Samuel 25).
David tuvo otra oportunidad de vengarse fácilmente cuando encontró a su perseguidor, Saúl, dormido en una cueva donde el mismo David se escondía. Los hombres de David lo instaron: “Esto es obra de Dios. Él ha entregado a Saúl en tus manos. ¡Mátalo ahora! véngate”. Sin embargo, David se abstuvo y, en cambio, cortó un trozo de la ropa de Saúl para que luego pudiera probar que podría haberlo matado. Tales acciones sabias son las formas en que Dios avergüenza a nuestros enemigos. En ese caso, Saúl vio la prueba de David y respondió: “Más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal” (1 Samuel 24:17).
Jesús nunca dijo que la obra de perdonar sería fácil. Cuando él ordenó: “Amad a vuestros enemigos”, la palabra griega para “amor” no significa “afecto” sino “comprensión moral”. En pocas palabras, perdonar a alguien no es cuestión de agitar el afecto humano, sino de tomar una decisión moral de quitar el odio de nuestros corazones.
El perdón abarca otros dos mandamientos que Cristo dio a sus seguidores. “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44). Como dijo un sabio predicador: “Si puedes orar por tus enemigos, puedes hacer todo lo demás”. Ciertamente, me he dado cuenta de que esto es cierto en mi propia vida.