Oyendo Pero No Obedeciendo
A los hijos de Israel les encantaba escuchar la poderosa predicación de Ezequiel, pero nunca la obedecieron.
“Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia. 32 Y he aquí que tú eres a ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra” (Ezequiel 33:31-32).
El libro de Hebreos nos da una advertencia poderosa: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto” (Hebreos 3:7-8). Las Escrituras muestran claramente que la dureza proviene de oír sin obedecer la Palabra de Dios.
Israel oyó con alegría la poderosa predicación del profeta Isaías, pero continuamente justificaba sus pecados, llamando a lo malo bueno y a lo bueno malo. Por eso Dios le dio estas instrucciones a Isaías: “Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad” (Isaías 6:9-10).
Dios sabía que los israelitas no estaban dispuestos a dejar atrás sus pecados que los asediaban. Amaban demasiado sus placeres carnales y a sus compañeros impíos. El Señor le dijo a Isaías: “Ellos nunca van a cambiar de corazón, y de ahora en adelante, no les hablaré ni una palabra. En cambio, quiero que los apresures a entrar en su dureza. De esa manera, tal vez algunos oigan antes de que sea demasiado tarde”.
En pocas palabras, Dios estaba pidiendo una entrega total de su pueblo. Doy gracias a Dios por las multitudes de cristianos que comenzaron su andar con Jesús de la manera correcta, amando la verdad y obedeciendo su Palabra. Cuando abandonaron los caminos de su carne, se enamoraron del Señor, y su Palabra se convirtió en una lámpara que los guiaba.