Palabras que Saben a Miel
¿Cuál es el regalo más importante que realmente podemos dar a alguien? Yo diría tiempo. Tiempo y atención. Esto es especialmente cierto en una cultura donde un teléfono celular siempre está frente a nosotros o sobre la mesa mientras comemos.
¿Qué pasaría si todos nos comprometiéramos a nunca poner nuestros teléfonos sobre la mesa mientras almorzamos o cenamos con alguien? ¿Y si lo guardamos en nuestro bolsillo o cartera? ¿Qué pasaría si no estuviéramos en nuestros teléfonos cuando estamos con un grupo de personas? Prestemos atención a otras personas y seamos intencionales en dar nuestro tiempo y consideración a los demás.
Les estás dando tu tiempo y luego les estás dando tu confianza. Les estás dando tiempo, confianza y conversación. La Biblia dice: “El corazón del sabio hace prudente su boca, y añade gracia a sus labios. Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos” (Proverbios 16:23-24). Podemos ser una bendición increíble para las personas con nuestras palabras, pero a menudo perdemos de vista ese regalo que podemos dar a los demás.
Vivimos en una sociedad hoy en día que es realmente terrible para hacer preguntas. Por lo general, cuando dos personas se sientan a comer, una de ellas dice: “Yo hice esto. Estoy haciendo esto. Voy aquí. La otra persona responde: “Oh, sí, yo también estoy haciendo eso. Estoy viajando allí…” Es como si pudieras haberte visto en el espejo y hablar contigo mismo porque solo estabas informando sobre tus propias cosas. Muy a menudo, la gente realmente no está oyendo; solo están esperando para hablar sobre sí mismos y sus pensamientos y planes. Todos queremos ser oídos, pero muy pocos queremos oír.
Realmente no puedes oír a otra persona sin ser curioso. No puedes darle tu tiempo a alguien a menos que tengas curiosidad. No puedes sentir curiosidad por la vida de las personas a menos que las ames. Es más, las Escrituras dicen: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios” (1 Juan 4:7).
Hoy, mucha gente está desesperada por una sola relación verdadera. La marca del amor de Dios en nuestras vidas es cuando comenzamos a desarrollar relaciones reales con los demás. Empecemos a amar a las personas dándoles nuestro tiempo y nuestra atención total.