Poder Sobre el Temor
Tengo temor. Espanto y temblor han venido sobre mí. Terrores de muerte han caído sobre mí.
Tengo temor porque hay en mí más mal que bien, mentira en lugar de justicia, debilidad en lugar de fuerza. Soy como un olivo inmaduro, sin fruto. Oh, si tuviera alas como de paloma, me iría volando y estaría en reposo. Aceleraría mi fuga de la fuerte tormenta y tempestad.
Temo que Dios pueda desecharme y maldiga este árbol verde. Porque vino buscando fruto y no encontró ninguno.
Tengo tanto temor que lo único que puedo hacer es confiar en él. Clamaré y él me salvará. Él oirá mi voz y librará mi alma en paz. De la batalla que está en mi contra. Él embotellará mis lágrimas. Dios está de mi lado. Él evitará que mis pies caigan. Que pueda yo caminar delante de él a la luz de los vivos.
¿Estás sumido en el temor? ¿Tu mente a menudo se desvía de la seguridad de la presencia de Dios hacia los lugares aterradores que imaginan el peor de los casos? ¡No están solos, queridos amigos! Todas las personas luchan contra el temor, incluso los más valientes y fuertes entre nosotros. El salmista David expresó sus temores y su necesidad de volver al cuidado y protección del Señor. “En el día que temo, yo en ti confío” (Salmos 56:3).
Esta protección no es sólo para el cuerpo físico; nuestras mentes también necesitan fortalecerse. El enemigo de nuestras almas quiere debilitarnos y conquistarnos con temor incluso antes de comenzar la batalla. Su estrategia es hacernos sentir frágiles y derrotados por el pecado y paralizarnos por el temor a cosas que nunca sucederán.
Sin embargo, Dios tiene otros planes para nosotros. “¡Confía en mí!” él dice. “Satanás ya ha sido derrotado. Vosotros sois mis hijos e hijas. Nada es demasiado difícil para mí y tienes toda mi protección. ¡Soy tu poderosa fortaleza! Dame tus temores”.
Este es el poderoso antídoto contra el temor del apóstol Pablo. “Y [el Señor] me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9). ¡Tenemos el poder de Cristo!