Proclamando la Victoria
¿Qué espera Dios de nosotros una vez que somos rociados con la sangre de Jesús? ¿Estamos obligados de alguna manera por esta aspersión? ¡Sí, ciertamente lo estamos!
Si hemos sido rociados con la sangre de Jesús, primero se nos ordena ir en paz y no dudar más. Cuando Moisés roció sangre sobre los israelitas pecadores, ellos nunca dudaron de que habían sido perdonados y aceptados por Dios. Ellos confiaron en esa aspersión.
Hoy, la sangre que se derrama sobre nosotros no es la de toros, machos cabríos u ovejas, sino la de Cristo, el Cordero de Dios. Sin embargo, tenemos más dudas, más temor que esos israelitas.
Martín Lutero dijo que es una blasfemia traer de vuelta sobre nosotros todos los pecados que recayeron sobre Cristo, y estoy de acuerdo con él. Es un sacrilegio absoluto andar con miedo, culpa y condenación. No debemos decir: “La Biblia dice que por la fe soy limpio, justificado y protegido del poder de Satanás, no obstante, no puedo creer que algo tan glorioso sea posible”.
En segundo lugar, debemos alabar a Dios con un corazón agradecido, sin dudar nunca. Se nos ordena agradecer a Dios por la preciosa sangre de Jesús con gran alabanza.
- “También nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Romanos 5:11).
- “Alegraos en el Señor y alegraos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón” (Salmos 32:11).
- “Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte” (Salmos 89:15).
- “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia” (Isaías 61:10).
Proclama la victoria de la sangre de Jesús en tu vida y comienza a alabarlo ahora por la promesa de ese gran día de redención que vendrá.