A Quien Se Haya Dado Mucho
Veamos una palabra que Dios le da a Elí, uno de sus sacerdotes, sobre los hijos del hombre. “Ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco. He aquí, vienen días en que cortaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que no haya anciano en tu casa” (1 Samuel 2:30-31).
¡Guau! ¿Por qué Dios dijo esto acerca de los hijos de Elí? Porque profanaron la casa de Dios; hicieron cosas sacrílegas allí, como usar su poder para abusar de las mujeres en el templo, y Elí lo sabía, pero no se los impidió.
Dios es un Dios de gracia, pero también es un Dios de juicio. Esto tampoco era sólo una cosa del Antiguo Testamento. También sucedió en el Nuevo Testamento (ver Hechos 5:1-11). Un hombre y su esposa mintieron al Espíritu Santo y ambos cayeron muertos en la iglesia.
Cuando estás involucrado en cosas sagradas y tienes acceso a mucha luz, Dios lo toma en serio cuando sabes que algo malo está sucediendo y lo dejas pasar. Te haces de la vista gorda. “A todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá” (Lucas 12:48). Por eso fue juzgado Elí, y todos sus futuros descendientes fueron excluidos del sacerdocio. Sabes que Dios habló a la conciencia de Elí antes de esto, y la gente acudía a Elí para contarle lo que estaban haciendo sus hijos. El juicio de Dios no surgió de la nada.
Vivimos en una época en la que cualquier cosa puede justificarse si somos víctimas de nuestras circunstancias, pero Dios no lo ve de esa manera. Si Dios nos ha dado advertencias y tenemos luz a través de su Palabra, Dios nos juzgará en consecuencia. Necesitamos tener cuidado para asegurarnos de no hacer la vista gorda ante el mal solo porque es nuestra familia, raza o denominación. Dios odia las balanzas deshonestas. Si tenemos la capacidad de detener algo malo que está sucediendo, hagamos todo lo posible para detenerlo.
“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Hebreos 12:28-29).