Recordando las Grandes Obras del Señor
Antes de buscar nuevas “revelaciones” o buscar una nueva dirección para nuestras vidas, primero debemos recordar lo que Dios ya ha hecho por nosotros. Creo que esta es una de las herramientas más poderosas utilizadas por el Espíritu Santo para inspirar la pluma del apóstol Pablo y fortalecer su alma de prisionero. Allí, aislado en el fondo de su lúgubre e insalubre celda romana, en condiciones de vida brutales, todo parece haber obligado a Pablo a redactar las primeras líneas de su “epístola de las posibilidades” hablando de su dolor.
Todo aparentemente debería haberlo empujado a compartir primero las dificultades por las que atravesaba, sus propias dudas o incluso su amargura hacia quienes lo habían abandonado. Sin embargo, Pablo comenzó su carta dando gracias a Dios y hablando de su gozo. ¿Cómo? ¿Cuál es su secreto?
“Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora” (Filipenses 1:3-5).
Inspirado y animado por el Espíritu de Dios, Pablo tomó la decisión de mostrar una fe valiente y radical, que trascendió todas las circunstancias de injusticia que podrían haberlo asfixiado y reducido al horror y la frustración por su sufrimiento como prisionero.
Esta dinámica de fe debe convertirse en el primer paso rutinario en nuestro camino hacia el descubrimiento de lo que Dios quiere cultivar en nosotros. Pablo recordó todo lo que Dios ya había hecho por él. Recordó el comienzo de la obra extraordinaria en Filipos bajo su ministerio, diez años antes. Al decidir actuar de esta manera, Pablo renovó su alma y recordó una vez más la fidelidad inmutable de Dios.
Dios fue fiel ayer y lo será nuevamente hoy y mañana. Es una decisión diaria y renovada que puede liberar en nosotros un potencial insospechado de paz y alegría.
Debemos desarrollar diariamente esta capacidad de animar nuestra alma y fortalecer nuestro espíritu repasando la bondad de Dios. Hacemos esto recordando su fidelidad, amor, paciencia, provisión, poder, lo que ha hecho por nosotros, quién es, sus intervenciones, protección, soberanía y capacidad para transformar el dolor en alegría. ¡Oh alma mía, bendice al Señor y recuerda todos sus beneficios!