Redimidos por la Sangre
Aún no lo he alcanzado. Mi carne todavía resiste al Espíritu, pero la sangre de mi Salvador me redime, y cantaré y gritaré alabanzas a mi Dios.
¿Suena esto como lo que oras cada mañana? Probablemente no. Lo más probable es que comiences el día buscando maneras de seguir esforzándote. Te atreves a prometerle a Dios que nunca volverás a tus viejas costumbres.
Cuando logras una victoria ocasional, te sientes bien por ello. Te felicitas a ti mismo, sabiendo que lograrás la victoria poniendo tu corazón y mente en ello. Tiendes a sentirte tan orgulloso de lo que has hecho que juzgas a los demás que no son victoriosos.
Cuando yo era más joven, siempre que necesitaba una victoria sobre algo, me decía a mí mismo: “Voy a hacer esto, aunque me cueste la vida”. Pasaba un mes y pensaba: “Esos pensamientos de codicia ya se han ido. ¡Soy libre!”. Sin embargo, siempre resultaba ser solo una victoria parcial. Entonces era cuando me desalentaba. Culpaba a Dios y clamaba: “Oh, Dios, te he rogado que me liberes, pero no lo has hecho. Esto todavía está dentro de mí”.
El hecho es que estaba tan ocupado esforzándome en mi carne por ser justo que perdí mi comprensión de la verdadera justicia, la única justicia que el Padre acepta. Sólo Jesucristo es justo ante Dios, y cuando nos presentamos ante el Padre, él nos acepta sólo a través de Cristo y su justicia y victoria.
“¿Qué debo hacer?”, preguntarás. Bueno, primero, no oigas las mentiras del diablo. Segundo, levántate espiritualmente y comienza a alabar al Señor. Declara con confianza: “Por la fe en la sangre de Jesús, recibo la justicia de Cristo. Él me ha hecho apto y calificado para adorar y servir a mi Señor”.
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:14). Redención significa ser liberado. Hemos sido liberados por la preciosa sangre de Jesús. Tenemos el derecho de enfrentarnos a cada acusación y decir: “No me creo eso, diablo. Me has acusado por última vez. Mi Biblia dice que yo soy redimido porque creo en lo que Jesús hizo por mí en la cruz. Le confieso mis pecados y soy redimido. ¡Soy libre!”.