REINANDO EN NUESTROS APETITOS DESAPARECIDOS

Gary Wilkerson

Sansón fue el último juez del antiguo Israel mencionado en el libro de Jueces. Conocido por su fuerza sobrehumana, era un hombre cuyo nacimiento había sido anunciado por un ángel y que estaba ligado desde el vientre materno al voto nazareo de piedad y separación. Sansón fue amado y favorecido por el Señor. Las Escrituras nos dicen: “Y la mujer dio a luz un hijo, y le puso por nombre Sansón. Y el niño creció, y Jehová lo bendijo” (Jueces 13:24). Su nacimiento se produjo en un momento en que Israel, habiéndose apartado y estando subyugada por los filisteos, necesitaba un nuevo libertador. En su misericordia, Dios les dio a Sansón.

Durante veinte años, Sansón entregaba los bienes para Israel como juez y guerrero, pero sufrió un cautiverio interior a sus apetitos que sería su ruina final. Su vida estuvo marcada por la violencia, y cada etapa de su desentrañamiento se volvió más impactante que la anterior. Acá tenemos a una figura icónica, aterradora y divina para sus enemigos, pero un líder apasionado de su pueblo. Él estaba presionado por su destino; sintió su peso. El ego y la vida personal caótica de Sansón comenzaron a eclipsar su misión, e ignoró repetidamente las señales de advertencia de la caída. Se estaba arriesgado mucho, impulsado por la necesidad de ver qué tan cerca de la línea podía llegar. Finalmente, su suerte se acabó.

La vida de Sansón, la bendición, la ruina y su último arrepentimiento, nos presenta hoy la oportunidad de examinarnos a nosotros mismos. La mayoría de nosotros no vivimos en su nivel de intensidad, pero ciertamente podemos relacionarnos con su humanidad. Ira: “Check”. Lujuria: “Check”. Rencor, venganza, arrogancia: “Check”. Son los pecados de la carne y son astutos; no siempre aparecen de forma dramática. De hecho, el mal generalmente hace daño en las circunstancias más terrenales y ordinarias. Nota que la captura final y fatal de Sansón ocurrió mientras dormía.

Dios nos manda, pues, a estar vigilantes; prestar atención cuando nuestros egos quieren hacerse cargo. A menudo es más fácil dejar de lado nuestra propia fuerza y sentimientos poco confiables, pero para tener éxito debemos dar un paso atrás y dejar que el Espíritu Santo nos guíe. Tus apetitos te agobiarán, dijo el apóstol Pablo; no les des dominio: “Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12:1).