Revestidos de Humildad
“Revestíos de humildad” (1 Pedro 5:5). En tres sencillas palabras, Pedro visualizó lo que podría traer una transformación radical a la iglesia de Jesucristo.
La sencilla orden de Pedro pregunta: “¿Qué pasaría si cada miembro del cuerpo de Cristo caminara en completa humildad? ¿Cuán atractivo y sanador sería el evangelio para un mundo perdido y herido? ¿Qué gloria recibiría Dios si el rasgo predominante de la iglesia fuera la humildad?”
Algunos cristianos ven la humildad como dejarse pisotear por los demás. Algunos la ven como vestirse con túnicas y sandalias como San Francisco y abandonar el mundo. Otros piensan que la humildad consiste en no ofender a la gente, pero eso es simplemente complacer al hombre en lugar de honrar a Dios. Ninguno de estos ejemplos llega al corazón de lo que es la humildad. Yo creo que el llamado de Pedro a la humildad sugiere cómo la iglesia podría revelar proféticamente la naturaleza de siervo de Dios al mundo. La humildad no es un rasgo autodirigido. Por diseño, la humildad es relacional y su efecto es poderoso.
El apóstol Pablo enseñó: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo” (Filipenses 2:5-7).
Lo que Pablo dijo acerca de la humildad es profundamente contracultural. El mundo desprecia y se burla de la humildad, pero Pedro dice que Dios exalta a quienes caminan en ella. Esto no significa que sea fácil actuar con humildad. En realidad, es imposible caminar con humildad sin la gracia que nos da el Espíritu.
Según Pedro, “Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5). Nuestra humildad es impulsada por el Espíritu, mientras que, al mismo tiempo, Dios resiste nuestro orgullo. Si actuamos según nuestros deseos carnales, Dios dejará de bendecirnos para tratar con amor nuestro orgullo. Él no lo hace únicamente para corregirnos; también lo hace porque busca revelar su naturaleza a través de nosotros.
La mano poderosa de Dios está a cargo de nuestro progreso en la vida, y él nos exalta cuando obedecemos su llamado a la humildad. Confiar en él es el primer paso para revestirnos de humildad. Cuando hacemos esto, vemos su obra en nuestras vidas como nunca antes. Como su iglesia, asombraremos al mundo con un servicio digno de nuestro Salvador.