Sacando Agua de Jesús
Los fariseos de la época de Jesús fueron juzgados como piadosos debido a su carácter sombrío. Algunos de los puritanos animaban a fruncir el ceño como expresión de seriedad religiosa. La verdad es que no necesitamos que nos animen a fruncir el ceño o a ser infelices. La vida nos dará motivos de sobra para ello.
En sus “Confesiones”, Agustín preguntó: “¿No es una vida feliz lo que todos desean, y hay alguien que no la desea por completo?” Continuó agregando: “Pero, ¿dónde adquirieron el conocimiento de ello, que tanto lo desean? ¿Dónde lo han visto, que tanto lo aman?” El punto de Agustín era que el deseo de felicidad está grabado en nuestra psique. Lo anhelamos, pero a menudo nos encontramos buscándolo en los lugares equivocados. Incluso cuando encontramos alegría en los placeres terrenales, descubrimos que no duran.
Cuando pienso en la felicidad desde un punto de vista bíblico, a menudo me atrae Jeremías. “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jeremías 2:13). Hay una tristeza en la reprensión de Dios relacionada con el engaño y la naturaleza destructiva del pecado; promete lo que no puede cumplir.
El pueblo de Judá rechazó a Dios y escogió su propio camino. Jeremías equipara esto a rechazar agua viva y fresca por el agua estancada de una cisterna, y además rota. El pecado promete felicidad pero solo produce dolor. Quizás tengas familiares o amigos que estén en este camino hacia la desilusión y la insatisfacción, ¿qué hacemos? Decimos la verdad cuando se presenta la oportunidad, pero para aquellos más cercanos a nosotros, debemos preguntarnos: “¿Vivo una vida atractiva? ¿Vivo una vida de reposo? ¿Busco esperanza en las aguas vivas de Jesús? ¿O busco esperanza en lo que siempre decepcionará?”
“Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva; yo he sacado tus presos de la cisterna en que no hay agua. Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza; hoy también os anuncio que os restauraré el doble” (Zacarías 9:11-12). Somos 'prisioneros' de la esperanza, entonces, ¿esperamos en las cosas correctas? ¿En qué estás buscando esperanza que nunca darás? ¿Qué cisternas has construido?
Que todos volvamos a beber profundamente de las aguas vivas de Jesús.