Siendo Fortalecidos en la Fe
Dios le había prometido a Abraham que tendría un hijo, uno que se convertiría en la simiente de muchas naciones. Sorprendentemente, Abraham no se inmutó ante esta promesa, a pesar de que ya había pasado la edad de engendrar hijos. La esencia de la verdadera fe se encuentra en este único versículo. “Y no se debilitó en la fe (Abraham) al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara” (Romanos 4:19).
Para la mente natural, era imposible que se cumpliera esta promesa; pero Abraham no se quedó en la desesperanza. Según Pablo, el patriarca no pensó en cómo cumpliría Dios su promesa. No razonó con Dios: “Pero, Señor, no tengo simiente para sembrar. Sara no tiene vida en su matriz para concebir. Mi esposa ya no tiene la capacidad de tener hijos. ¿Cómo lo harás, Señor?” En lugar de hacer tales preguntas, Abraham simplemente no las consideró.
Cuando Dios está obrando produciendo una fe que es mejor que el oro, primero pone una sentencia de muerte sobre todos los recursos humanos. Él cierra la puerta a todo razonamiento humano, pasando por alto todos los medios de una liberación racional.
La fe que agrada a Dios nace en un lugar de muerte. Estoy hablando aquí de la muerte de todas las posibilidades humanas. Es un lugar donde los planes hechos por el hombre florecen al principio y luego mueren. Es un lugar donde las esperanzas humanas brindan un alivio temporal, pero pronto se derrumban, lo que aumenta la sensación de impotencia.
¿Has estado en este lugar de muerte? ¿Te ha parecido que no te quedan opciones? Los cielos son como bronce cuando oras.
Les declaro que esto es Dios obrando. Su Espíritu está obrando para que dejes de considerar las imposibilidades. Deja de buscar formas y medios humanos, tratando de pensar en la manera de salir de tu situación. El Espíritu Santo te insta: “Deja de buscar la ayuda de algún hombre. Deja de centrarte en lo desesperada que crees que es tu situación. Esos son obstáculos para tu fe”.
Que se diga de nosotros las mismas palabras que se dijeron de Abraham: “Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido” (Romanos 4:20-21).